El cine de Richard Thorpe es mediocre, para que nos vamos a engañar, pero no es tan “Torpe” como se ha intentado decir siempre. No tendrá grandes películas, pero hay que reconocer que tampoco las tiene muy horribles.

Incluso las menos conocidas tienen bastante encanto y mucho interés. Y entre ellas destaco a “La casa de los siete halcones”, una buena muestra de cine de intriga y misterio de bajo presupuesto pero que tiene suficientes elementos como para llamar la atención.

Para empezar toda la atmósfera. Recuerda a alguno de los cómics de Tintín. Esas lanchas en los muelles, tesoros escondidos, pequeñas islas en los lagos, personajes siniestros... Y todo ello conseguido con una meritoria fotografía en blanco y negro –en 1959- de Edward Scaife (“Kartum”, “Doce del Patíbulo”) y un guión de Jo Eisinger (autor de “Gilda”) que adapta una novela del especialista en el género Victor Canning (también Alfred Hitchcock llevaría una de sus novelas al cine “La trama”).

Pero sobre todo te atrapa por la presencia de un Robert Taylor, en la última película que rodó junto con su director fetiche Richard Thorpe, que en la etapa final de su carrera –un tanto envejecido por la mala vida- actúa como sobrado, en cada plana destila una seguridad y un aplomo que sólo los grandes tienen. Y Taylor aunque esté semiolvidado fue uno de ellos.

Una película estupenda para ver con los niños en casa y para que se aficionen a esto del cine. Y es que donde esté cine clásico que “sequitetó”.