James Woods realiza aquí uno de sus más irritantes papeles. Por supuesto, el actor es genial, el personaje, Roy Cohn, es un siniestro hombre que es capaz de llevar a la silla eléctrica a cuanto ser sospechoso se le atraviese en el camino. Y, lo más triste, era deleznable desde niño, como se aprecia en la primera parte de la película.
Aunque como biopic no es gran cosa, la película tiene un aire de denuncia y de conmiseración con el personaje que logra calar como mensaje. En últimas, Roy Cohn es uno de esos políticos que vivió el paso de las distintas guerras y padeció el SIDA cuando mencionarlo causaba una cierta contención en el pecho.
Película amarga, con un personaje célebre y a la vez ufano. Película que no aporta mucho a la palabra macartismo y que, al contrario, nos devuelve el resaltador para darle a este título su verdadera señal, la misma que hace James Woods en la portada de esta película.