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Voto de el pastor de la polvorosa:
7
Drama Años 80. El joven Aram, un marsellés de origen armenio, hace explotar el coche del embajador de Turquía en París. En ese momento, un ciclista que pasaba por allí es herido de gravedad. La madre del terrorista se siente culpable y siente la necesidad de ir a la habitación del hospital del herido para pedirle perdón, algo que éste no entiende. Por otra parte, Aram, en contra de la opinión de sus compañeros, decide ir a conocer a su víctima. (FILMAFFINITY) [+]
1 de noviembre de 2015
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Une histoire de fou empieza en blanco y negro, con una imagen cenital de una partida de ajedrez en la que los adversarios mueven piezas que son tan grandes como ellos; luego la cámara gira y se pone al nivel de los jugadores y de los paseantes que los observan: esa imagen simbólica inicia un prólogo histórico, que constituye el marco de lo que vendrá después.

Esta película pertenece a la parte más seria y concienzuda de la obra de Guédiguian, lo que le hace perder frescura frente a otras (sin ir más lejos, la muy bella Au fil d’Ariane): es como un acto terrorista incruento, una bomba simbólica con la que este hombre, descendiente de emigrantes armenios, trata de mantener viva la memoria del exterminio que sufrió su pueblo a manos de los turcos, y las consecuencias de aquella herida, mal cerrada, en los 70 -unos años en los que mucha gente llegó a pensar que “el crimen ya no es demencia sino sentido común, casi un deber y, cuando menos, una noble protesta” (estas palabras las escribió Dostoyevski cien años antes, en la década de 1870).

Guédiguian, que no es un filántropo ingenuo ni un cínico sin esperanzas, nos ofrece una historia moral hecha con imágenes espartanas e interpretaciones muy sentidas, en las que reconocemos a muchos de los actores de su "compañía"; nos muestra en primer lugar cómo el paso del tiempo, del blanco y negro al color, convierte a las víctimas de justicieros en verdugos, dibujando una espiral en la que la locura se transmite, no por los genes sino por la convivencia con el odio; y nos recuerda luego que la condición necesaria para el perdón es que los verdugos, sea cual sea su bando, empiecen por reconocer sus responsabilidades, y traten de comprender a los otros.

Un mensaje en primer lugar para Turquía, que siempre ha negado el genocidio armenio para evitar reivindicaciones territoriales; y también para Francia, para Europa: si seguimos dividiendo a las personas en función de su procedencia, la locura continuará.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
el pastor de la polvorosa
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