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España España · Badajoz
Voto de Weis:
8
Cine negro. Thriller Después de cumplir cinco años de condena, Tony Le Stephanois sale de prisión con la intención de cambiar de vida, pero se encuentra con que su amante está con un conocido gángster. Como carece de recursos económicos, no le queda más remedio que volver a su vida pasada y reunirse con sus viejos compinches. Durante semanas prepara minuciosamente con ellos un golpe perfecto: el atraco a una inaccesible joyería de París. (FILMAFFINITY)
16 de febrero de 2013
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película está basada en una novela de Auguste Le Breton, y el mismo François Truffaut dijo textualmente: “de la peor novela que he leído, Dassin hizo la mejor película de cine negro que he visto nunca”

Decide prescindir de casi la totalidad de la novela (repleta, en palabras del propio Dassin, de chulos y prostitutas, además de un montón de asesinatos y cierto sadismo) y articular el guión alrededor del robo de la joyería (que apenas ocupaba una decena de páginas en el libro), alargando su duración más allá de media hora de metraje, empleando asimismo el novedoso recurso de rodarlo en casi completo silencio, sin música, solo con el sonido sofocado de los propios atracadores.

Dassin demostró su maestría con una dirección que evidencia un enorme dominio de la puesta en escena, una cuidada composición y planificación del montaje de las secuencias, un excelente retrato de los ambientes del hampa parisina y una cierta inmoralidad en el tono que hace que nos pongamos del lado de unos personajes marcados por su destino.
En el robo, que dura aproximadamente 35 minutos, no hay ni música ni diálogos; sólo hay miradas, de todo tipo:- expectantes, nerviosas, decididas, satisfechas…-, gestos, una puesta en escena matemática en la que cada pieza tiene que moverse como debe para no estropear nada de lo ideado por un ladrón desencantado de la vida, pero con una mentalidad prodigiosa para cometer el tipo de delitos que planean perpetrar con precisión.

Las secuencias de los robos y de los entrenamientos son un auténtico documental práctico, rodadas con precisión y sin énfasis en los casi inexistentes movimientos de cámara, buscando la esencia y la pureza en la ejecución pero generando tensión. La forma de llegar al espectador es fría y calculadora, es una cinta que ha de vivirse de forma intensamente emocional pero que se nos presenta de forma cerebral sin exageración en la representación de los actores ni en la forma de rodar; como la literatura existencialista, donde la condición humana es representada con una prosa impávida y casi geométrica que trata de trascender para, mediante ella, llevar a la reflexión. El uso de la elipsis encaja particularmente bien con la economía de esta película eliminando lo accesorio e, incluso, lo no tan accesorio.

Dassin trató de alejarse de lo teatral empleando un montaje agresivo, usando el fuera de campo..., es decir, usando recursos puramente cinematográficos y alejándose de un cine clásico más explicativo y redundante. Con ello busca completar la realidad sin desvirtuarla, por tanto todo lo que suene a explicación sobra en su cine.

Este cine es de robos, o de ladrones si se le quiere llamar así, pero hay más: es cine negro en estado puro donde personajes del mundo del hampa tienen un protagonismo especial; pero también es drama, pasión, amor y desamor, una película de cine negro que no sólo guarda en su esencia este género sino muchas más cosas. Los personajes que cometen el robo llevan una vida con ellos, un bagaje, que los hace ser como son y moverse de la manera en la que lo hacen; son duros y lo demuestran, como los mafiosos que quieren jugársela a los protagonistas
Las imágenes son directas y de una sencillez que las hace cercanas porque Dassin nos cuenta lo que pretende sin querer despistarnos. Esto no es cine experimental sino cine clásico y de género negro dirigido por un auténtico virtuoso. El componente clásico en la dirección, en la forma de captar las imágenes, se aprecia claramente; pero el montaje tiene algo de modernidad: se hace muy dinámico; parecen pasar muchas cosas y a un ritmo primoroso, aunque sabemos siempre donde estamos porque no hay precipitación.

Dassin se recrea en la preparación y en el robo con la artesanía que le caracteriza, aderezada con una minuciosa planificación de escenas a la hora del ajuste de cuentas de la segunda parte del metraje. Esa contención en el robo y las diversas soluciones visuales del engranaje posterior nos ofrecen la perspectiva de un director versátil y comprometido con la imagen, no sólo con el guión. Son curiosos esos contrastes entre la serenidad callada del robo y la agitación de la segunda parte de la cinta; entre la crudeza de los clubs y la idealización de la vida familiar de los protagonistas y su inquebrantable amistad.
Por poner alguna nota negativa, podríamos hablar del manierismo extremo de la puesta en escena, académico, quizás, en demasía (cada plano, cada secuencia, están pensados con un mimo a ratos agotador por pura acumulación de astutas soluciones visuales). Se percibe impostura, algo de rigidez, de anquilosamiento que encaja mal con las bazas de realismo de bajos fondos que también plantea Dassin.

En todo caso, esta película se erige como una obra cumbre de su época por ser de lo mejor del cine noir europeo, por su exactitud en los preliminares y ejecución del robo y porque, no cabe duda, Jules Dassin era un cineasta prolijo en detalles, ingenioso y de una expresiva capacidad visual que va más allá de una narración meramente funcional y convencional.

En resumen, una obra maestra de su género que no tuvo nada que envidiar a los clásicos que protagonizaban como churros Humphrey Bogart, James Cagney, Paul Muni y, más cercano a la actualidad, Al Pacino.
Weis
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