Tríptico femenino; tres angustias de diferente raíz.

El vacío evoca a Edward Hopper, pero el tapiz es el de la América de Faulkner o McCarthy; sus paisajes vernáculos de polvo, viento e inacabables nadas.

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Dos de las historias son correctas, de tenue y discreta poesía. La tercera es la más dolorosa. Sobre lo que ocurre en ella, habló ya Stendhal, en 'Del amor'.

"Basta un pequeñísimo grado de esperanza para causar el nacimiento del amor. (...) En un alma perfectamente indiferente -como una jovencilla que vive en un castillo aislado en el fondo del campo- el más pequeño asombro puede suscitar una pequeña admiración, y, si sobreviene la más ligera esperanza, ella hace nacer el amor".

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Los planos de la muchacha obrando en su solitario palacio de madera y barro se repiten al final, como en los compases que despiden el eclipse de Antonioni, y parecen sellarse para siempre en torno a su letanía de soledad.

Gracias.