Simple y entretenida historia, en la que una parejita preadolescente se cruza la isla -casi de punta a punta-, para intentar que el padre de ella no firme la autorización con la que su madre podrá llevarsela y separarlos. Un argumento muy simple, desde luego, pero de entrada hay que agradecer que todas las paradas que los niños van haciendo no se conviertan, como suele suceder en este tipo de películas, en un reclamo turístico de las poblaciones que nos muestran.

Aún asi, la belleza del paisaje cubano queda perfectamente retratada por una fotografía eficiente, cuyo único defecto es la limitación presupuestaria, que le obligó a meter simples dibujos animados donde nuestros europeos ojos, acostumbrados ya demasiado a infografías, exigirían imágenes digitales. Aunque, en realidad, el par de momentos en que aparecen tampoco son importantes en la historia, sino más bien meros rellenos.

Las interpretaciones son muy desiguales, quedando casi todo el elenco adulto eclipsado por el buen hacer de los pequeños protagonistas, que -como bien dijeron ya antes- les dan sopas con honda a los mequetrefes marisabidillos y antipáticos que supuestamente interpretan en nuestras series televisivas, y que sólo consiguen que uno rece porque Herodes resucite. Muy buenos estos dos críos, si señor, y en especial la niña, toda ella naturalidad.

Otra parte que desmerece es el sonido, que muchas veces se abarrota de ruidos de fondo que apenas dejan oir los diálogos, y otras se eliminan por completo consiguiendo un efecto muy extraño, como cuando los crios conversan a la orilla del mar, y en los primeros planos desaparece el rumor de las olas y el viento. Curioso que el sonido sea deficiente en bastantes producciones cubanas de las que he visto.

En resumidas cuentas, una película que entretiene e incluso a ratos conmueve, recomendable como la modesta producción que es.