Segunda entrega del "Conan" de Hacendado. Inocente e ingenua, como todas las películas italianas ochenteras de imitación a los grandes éxitos. D' Amato nos ofrece una película algo más entretenida que la primera, concentrándose en aventuras de medio pelo en las que encontraremos cavernícolas caníbales, samurais sin venir a cuento, palacios renacentistas, serpientes gigantes de goma-espuma, salidas directamente de Barrio Sésamo, combates de lo más mediocres- tipo Matrix Resurrections- donde el héroe siempre hace el mismo movimiento con la espada: con una espada detiene el golpe y con la otra atraviesa al oponente.

Ator, un Miles O' Keefe de lo más fibroso, con su pelo heavy a lo "Bon Jovi" y vestido como el primigenio Killraven de los comics Marvel, daba el pego como bárbaro; su estética mejoró con respecto a la primera entrega, al quitarse aquellas hombreras peludas. Le acompaña un oriental que no tiene frase alguna y lleva una cimitarra de lo más inútil y la típica chica que babea ante sus músculos. Curiosamente, Lisa Foster, la chica, ha tenido una larga carrera como técnica en efectos especiales. Lejos queda el incesto tan flagrante de la primera, carne de memes y momentos de youtube.

Obviamente, el filme tiene momentos bizarros delirantes, desde el bigote postizo del malo, que parece de un mariachi, el núcleo geomántico, la explosión nuclear al uso de un ala delta y como ésta planea por encima de un castillo centroeuropeo que nada tiene que ver con el que muestran desde del suelo, misterios del uso de imágenes de archivo.

Pero es cine de los ochenta. Los productos italianos tenían su encanto. De este personaje hay dos entregas más, siendo la tercera repudiada por D' Amato, que dirigió la cuarta. Pero de esta tetralogía de baratillo, quizás es esta segunda la que tiene menos complejos.