Una recreación de lo más acertada del mito del Minotauro. El Doctor, K-9 y Romana II (Lalla Ward) rescatarán una nave espacial a la deriva y se inmiscuirán en un conflicto entre un planeta de gañanes militaristas (Skonos) y otro planeta de buena gente (Aneth) que se ven obligados a sacrificar a sus jóvenes a una bestia alienígena- el Nimon- que tienen acogida los del primer planeta, sacrificio que usan los militaristas con el oscuro fin de obtener armas y tecnología del monstruo para conquistar la galaxia.

Una vez dentro del laberinto, nos sumergiremos en un clásico film de sci-fi. Porque el Nimon esconde más de lo que parece, como descubrirán el Doctor y sus amigos. Tendremos gente vampirizada y transformada en polvo, almacenados, en plástico como en "Altered carbon" o como en las naves de los chupavidas de "Stargate Atlantis" en una despensa propia de una pesadilla. Y tendremos viajes a otros planetas, agujeros negros, rayos, minerales raros y tecnología -de esa que no se entiende- en una conspiración que nos recuerda a otro mito, el del caballo de Troya, y la frase "desconfía de los griegos cuando vienen con regalos". Una frase que ni pintada para aplicar al Nimon.

Hay algún toque cinéfilo, así los "sacrificios" van vestidos como los "Eloi", aquellos humanos que iban a ser devorados por los "morlocks" en el filme "La Máquina del Tiempo".

Como todas las series setenteras británicas de sci-fi, sus efectos son penosos, con unas maquetas de naves de andar por casa y un alienígena-el Nimon- con un disfraz de lo más ridículo, andando muy tieso y con las extremidades estiradas, como un imitador malo del monstruo de Frankenstein. Pero esto, para mi, es parte de su encanto.

Dinámica, con más acción de lo habitual - dentro de sus parámetros - es un ciclo interesante, de esos que se ven con agrado. No hay apenas historias secundarias, vamos directos al meollo. Y se agradece.