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España España · IvoDelgado.com
Voto de Criticoenserio:
10
Drama. Romance Una historia de romance y música en una fiesta de blues a principios de los años 80. El llamado “lovers rock” sólo sonaba en las casas donde la juventud negra organizaba sus fiestas cuando no eran bienvenidos en las discotecas y clubes nocturnos segregados. A lo largo de una noche, Martha (Amarah-Jae St. Aubyn) se siente atraída por un extraño (Micheal Ward) durante una de esas fiestas.


23 de enero de 2021
12 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Imagina: El mundo no te entiende, el mundo te cierra puertas hasta ser peligroso, y lo único que te une es un género musical, un estilo que te conecta con los instintos primitivos de tu yo más puro. El que te hacerte llevar y transportarte a la felicidad.

Deja de imaginar. Steve McQueen ha conseguido capturar ese sentimiento y en el minuto 34 de la cinta que nos ocupa empujar al espectador a él.

Los altavoces se apagan mientras suena “Sally Games” de Janet Kay y durante cuatro minutos enteros y sin pausa, a capella la gente en la fiesta canta la letra con los ojos cerrados y los brazos al aire sintiendo cada palabra, masticando cada inflexión, entregados al delirio mientras la cámara baila por los distintos invitados. Sin prisa. Es un momento de intimidad casi voyeur. De una belleza extraña, puedes sentir el sudor del delirio. El tacto, el olor y la comunión de ser testigo de un instante inexplicable.


Es una viñeta visual y una carta de amor a un momento de la historia de la comunidad negra en Reino Unido y lo es mediante escenas de liberación, comunión, hermanamiento y realidad en una noche donde fuera está lloviendo pero en la pista de baile, la euforia de sentir la música y la conexión que ésta provoca rompe todas las barreras y realidades.

Es curioso que sea precisamente en 2020, un año en el que ese acto ha sido prohibido el que hace de esta historia resonar de manera más potente y relevante.

El argumento (si lo hay) envuelve a Martha, escapándose por la venta de su habitación de suburbio y acudiendo a una fiesta de reggae en una casa en el Oeste londinense. En esta casa hemos visto preparar altavoces y a las mujeres cocinar en una pericia sensorial por parte de McQueen que casi puedes oler el curry y los sabores de la preparación.

El propio director (que ejerce de coguionista) ha explicado que son las fiestas en las que él escuchaba que la comunidad se reunía porque no les dejaban entrar en los club nocturnos londinenses debido al color de su piel.

Y de ahí veremos retazos de eventos: el miedo al mundo al otro lado de las paredes de la fiesta, e incluso lo desprotegidos que pueden estar incluso dentro de la misma. La falta de un lugar material de expresión y de unión.

Si no fuese por la verdadera protagonista de la película: la música. El “Lovers Rock” al que hace mención el título de la cinta que alude al estilo de Reggea Romántico de mediados de los 70.

La historia además relata vestigios de realidad romántica, real, de conocer a alguien en una noche que se termina al amanecer pero que continúa en la sonrisa que queda después de un paseo en bicicleta y un beso en una parada de autobús.

Después el despertador vuelve a sonar, las obligaciones de la vida vuelven a girar, pero ese momento único de una fiesta no termina con él.

Lovers Rock, la segunda parte de la antología de películas de Steve McQueen llamada Small Axe, no es únicamente una película, es una experiencia sensorial absoluta que trasciende en imágenes icónicas y captura en celuloide un momento de euforia, un pedazo de la realidad de toda una comunidad. Lovers Rock es una absoluta obra maestra fílmica, creada sin concesiones ni sobreexplicaciones sino para realizada para dejarse arrastrar a esta íntima fiesta y sentir como si estuvieses allí.

Mc Queen ha capturado todo eso en una absoluta obra maestra del cine.
Criticoenserio
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