Para su debut en la dirección, Thomas Jane decide saltarse las reglas del cine de terror y dar forma a una cinta atípica no tanto en el fondo como en las formas. Con una estética recargada, mucha croma y efectos digitales que remiten a Sin City o The Spirit, "El Castigador" se aprovecha de esta irrealidad para darle a su largometraje una ambientación seca, colorida cuando así lo desea, pero generalmente opresiva y, como su propio nombre indica, muy oscura. Casi todo lo que vemos en pantalla es "falso": el contraste entre tonalidades de color, la (forzada) cutrez de algunos empastes de actor+fondo, amaneceres imposibles, etc. Todo remite a un cómic underground, siendo este el mayor mérito de "Dark Country".

Jane presume de saber mover la cámara o, al menos, intentarlo con giros y movimientos imposibles, en cuadres y planos secuencia bastante obvios, muy mecánicos pero efectivos (la salida del protagonista del café, enfocando al coche y siguiendo hasta el extraño en una misma secuencia). La cámara serpentea entre los personajes, se fija en detalles absurdos, busca encuadres atractivos y traiciona casi todo lo que debería tener como prioridad. El mayor problema del film (y eso que tiene varios) es la ausencia de ritmo para contar una historia que se hace bastante pesada. Es una pena por que empieza bien, con una voz en off bastante cascada relatando una noche de lujuria a modo de cine negro.

La trama sigue a una pareja de recién casados que decide viajar a una ciudad para establecerse y vivir allí. Pero por la carretera (todo el film tiene lugar en apenas unas horas de la misma noche), sin querer, "atropellan" a un hombre sin que éste muera. Deciden subirlo al coche, y claro... las cosas se tuerce. Remitiendo a "Dead End", el irregular film francés de 2003, encontramos un juego de eventos imposibles, con una estética tan recargada que hace que la trama, con tintes lynchianos (no tanto por ser rara como por estar pobremente narrada) sea bastante irreal.

Pero todo da igual. El giro final de Dark Country se ve venir de lejos, sus personajes no hay quien se los crea (si bien actúan de forma totalmente racional, algo inaudito en un film de ¿terror?), y la dirección juega a ser virtuosa y se queda a medio camino, pero Thomas Jane ha conseguido un film que, al menos, tiene cierto estilo. ¿Es mala? Sí, bastante, no sería complicado encontrar argumentos para cargársela y colocarla entre los peores films de 2009. Pero es una obra personal, sin ningún tipo de ambición, que funciona mientras dura y, qué diablos, al menos no toma al espectador por tonto. Parece un cómic underground y en pantalla luce como el episodio de alguna serie canadiense de la misma procedencia.

Junto con "Giallo" de Dario Argento, una de las paridas más irregulares -pero reivindicables- de lo que va de año, una especie de "Dead End" ultra-recargado, tan divertida como aquella, pero sacando humor (negro) de lo cotidiano y la inocencia de una trama bastante tontorrona.