Si “El tarro” (“The Jar” en su versión original) lo hubiese dirigido un tal “Pepe Ruíz”, “Galindo Gómez” o “John Jameson” -por poner nombres al azar- nadie se acordaría de que alguna vez existió. El episodio dirigido por Tim Burton para la segunda etapa de “Alfred Hitchcock presenta” (la ochentera) es una mediocridad con algún momento de inspiración muy aislado y algún hallazgo visual que lo salva de ser completamente malo, que no vale para nada más allá del relativo interés que puede generar el nombre de su realizador. La historia, simplísima, nos muestra a un artista experimental al que la crítica ya le ha cogido el truco, por lo que sus nuevas obras no llaman la atención de nadie. Un día se encuentra un tarro con un extraño contenido y decide ponerlo en su exposición... creando el interés absoluto de todos los que lo ven.

Simple y reiterativo, aunque podría considerarte una crítica hacia cierto tipo de ejercicios artísticos postmodernos de dudosa calidad (algo que se hizo -después, eso sí- en Los Simpson, con mucho más acierto) el episodio es demasiado blando y soso como para que acabemos buscándole algo antes de mirar al reloj para ver cuánto queda de esta mediocre pieza de Burton (cuatro años antes ya había hecho “Vincent”, así que no hay excusa) y esperar que lleguen los créditos para “cumplir” como seguidores y ver todo lo que ha salido de este “genio atormentado atrapado por espirales de oscuridad” y todo eso. Ese mismo año haría un episodio para “Cuentos de las estrellas” adaptando la historia de Aladín que, curiosamente, sin ser gran cosa si que se podía percibir como un film de Burton al utilizar parte de su iconografía en parte del metraje. Nada de ésto hay en este jarro de agua fría, más allá de la frase “Directed by Tim Burton” y las expectativas generadas en momentos aislados de su visionado. Prescindible.