Trey Parker y Matt Stone son dos tíos muy irregulares. Capaces de lo mejor (la hilarante película de South Park) y de cosas realmente decepcionantes (Team america), eventualmente dejan caer alguna muestra de su genio y regalan al espectador algunos momentos memorables que convierten South Park en algo más que una serie, rozando con la punta de los dedos los mejores episodios firmados por el propio Matt Groening en sus dos series estrella (Los Simpson, Futurama). Las últimas temporadas de SP han ido hacia arriba a nivel cualitativo: el episodio de World of Warcraft era una gozada y, ni cortos ni perezosos, Parker y Stone decidieron tratar a los fans de forma inteligente con la trilogía de Imaginationland, un proyecto que estaba destinado a convertirse en un largometraje para cines y que, al final, decidieron lanzar en tres episodios. Posteriormente, ofrecieron a todos los fans la posibilidad de comprarlos editados en DVD, con escenas añadidas para convertirlo en un largo que es, dicho sea de paso, brutal.

El punto de partida es tan, tan hilarante, que comentarlo casi es estropear la sorpresa a quien quiera acercarse al film: unos terroristas amenazan con destruir la imaginación humana, bombardeando el “muro” que separa a los personajes bondadosos de los malignos para que una guerra sin cuartel tenga lugar, esperando obtener la victoria. Stan y compañía se verán atrapados entre dos mundos, movilizando al pentágono para frenar este ataque. La primera escena de film es ya puro delirio: Cartman movilizando a todos los niños de South Park en la búsqueda de un duendecillo… y la cosa no decae.

Cada parte del film es por si misma una maravilla, contando con escenas antológicas: el primer acto destaca por su magnífico tramo final, mostrando una secuencia bélica acojonante, el segundo por la presentación de ciertos personajes y la aparición de Kurt Russell, y el tercero por la gran guerra entre buenos y malos. Los Dioses imaginarios (Aslan, Morpheo de Matrix e incluso Jesucristo) frente a Wario, Akuma, Alien, Depredator y mil referencias más. Hilarante, tremendamente imaginativa y una ácida crítica a la estupidez humana, tan manipulada por los medios que no se da cuenta de que, en realidad, vive una auténtica mentira.