Película triste no tanto por lo que cuenta como por lo que se guarda. La narración de Tannôd es farragosa y alterna malamente pasado y presente para contarnos una historia que ya hemos visto antes, al menos en unas doscientas películas. En una villa rural, tuvo lugar hace tiempo un crimen en el que una familia entera fue asesinada. La llegada de una mujer al lugar dos años después vuelve a despertar los fantasma de aquel suceso y se inicia una especie de investigación en la que en realidad, se aclara muy poco. O directamente nada interesante.

Hay un buen bloque en la película en el que los lugareños se acercan a una hoguera y cuentan la historia de la familia. Hay divergencias y cada persona aporta algún detalle a la historia creando una sensación de narración orgánica en la que puede pasar cualquier cosa, recuperando la transmisión oral y la nostalgia de ese tipo de situaciones, más cuando se deja ver que casi cualquier personaje podría haber cometido el asesinato: motivos no faltaban. En ese momento parece que la película de Bettina Oberli va a cambiar pero pronto se revela que era un espejismo. La recuperación de un odioso personaje y el uso de un -mal- truco de guión así lo atestiguan. Y es una pena porque la dirección es sobria, ajustada, la fotografía es notable y los actores no están del todo mal. Pero un cascarón por bonito que sea no funciona si no hay algo en su interior. Y aquí el asesinato no tiene sólo lugar en la granja, por desgracia, sino también en el sentido de contar algo de interés. Aún con todo tiene sus detalles, pero no los suficientes como para recomendarla.