Pasado con nota el bautismo de fuego (Gone, Baby Gone), el limitado actor Ben Affleck se confirma definitivamente como un cineasta de varios kilates, capaz de mirar al pasado para dar forma a su cine sin olvidarse de que los códigos en pleno siglo XXI no son los mismos que en el siglo pasado. Pese a todo, es fácil encontrar en su "The Town" ecos al cine de Michael Mann (Heat), al nervio de la cámara de Kathryn Bigelow (Point Break) o a la planificación y el uso de la música de los thrillers de Christopher Nolan (El caballero oscuro).

"The Town" es aún con todo una película cuyo valor no le será reconocido hasta que pasen unos años y se haga un pequeño repaso a lo que dio de sí 2010, un trabajo artesanal que empieza con un atraco adrenalítico y tremendamente bien dirigido (Affleck ha aprendido a mover la cámara de forma furiosa, sin señas de divismo pero con suficiente entereza como para perdurar), a lo que siguen dos subtramas. Una de ellas, la amorosa, es claramente la que peor funciona no tanto por lo sencilla que es su tesis (chico malo con secreto 'se lleva el trabajo a casa, y la tensión se pone a flor de piel cuando hay ecos de verdad que podrían derribar el muro sentimental), sino por la poca química entre los actores (Affleck, limitado pero funciona, y Hall, que tampoco se luce, aunque lo intenta). La segunda subtrama es el drama criminal y la investigación por parte de la policía de los robos que están ocasionándose en Charlestown, a cargo de Affleck y su troupé.

El problema de "The Town" no está en lo, digamos, técnico: bien dirigida (las secuencias de acción son espectaculares, todas ellas, sin excepción), interpretada notablemente por los secundarios, que sacan las castañas del fuego a los protagonistas (genial Jon Hamm como policía, y un más que bueno Renner como 'malote' del grupo de Affleck), con un uso de la música y una banda sonora bien seleccionada. El problema está en el corazón, en lo que va dentro: la subtrama amorosa se encasquilla un poco y por ser demasiado tradicional sólo funciona a medias, derivando en un semi-happy ending que no molesta pero que tampoco apasiona. La reflexión final (llamémoslo 'moraleja', mejor), de sencilla, tampoco es del todo satisfactoria.

(sigue abajo, sin ningún tipo de destripe sobre el argumento)