Dadle al play. 80 segundos después, volved. ¿Parece fácil? Pues no lo es. Porque aquí no hay "un gag", hay una historia completa. Quién conozca un poco la obra de Bill Plympton sabrá de sobra por dónde transita su cine, sus obsesiones e ideas, hacia qué senderos suele dirigirse. Obviaré el dato clave (que todos hemos visto Los Simpson) a la hora de juzgar pues el logro mayúsculo que supone la aportación de Plympton a un imaginario colectivo que supera los veinte años de edad y pasa de las 24 temporadas. Un icono generacional visto desde el punto de vista de uno de los autores con más voz dentro del mundo de la animación que, sorpresa, es capaz de imprimir su microcosmos al que fuese creado por Groening y compañía en 1987 no como serie per se, sino como microespacio en formato (¡bingo!) corto de apenas un minuto de duración por episodio.

Plympton nos devuelve al origen, al dibujo salvaje con bordeados que cobran vida y a través de su sello de identidad y el amor por el detalle nos narra una historia de amor entre Homer y... su sofá. Exacto. Pasa por todas las etapas posibles: enamoramiento, problemas de aceptación, amor furtivo y finalmente un olvido, o más bien reemplazo. Tras una salvaje noche de hotel, lo que pudo ser, fue, y con ello, se masca la tragedia. Plympton abraza la filosofía familiar de Groening a la hora de abordar el final de su pieza, con un humanismo inaudito, consiguiendo que durante más de un minuto nos creyésemos las penurias de un sofá (¡!) y sus intentos por salir adelante.

Dos planos, al final, cierran lo que es uno de los puntos álgidos de una serie legendaria. Una píldora animada que ha sido -justamente- nominada a los Annie como cortometraje independiente (sólo así puede juzgarse, por su mirada única e intransferible) y que nos devuelve a los Simpson en su mejor nivel. Estos personajes no habían brillado tanto desde aquel superlativo episodio en el que Homer se encontraba con el Coyote... y eso es mucho decir. Una de las mejores películas (tal cual) del año, pieza clave de la gran cosecha de 2012.