Estimable melodrama sobre una acaudalada y tradicional familia, formada por un humanitario padre, desconsolado por la muerte de su amada esposa, sus cuatro modélicos hijos y la bondadosa y sentimentalmente sacrificada institutriz de estos. Pero ese universo sin conflictos llamativos se verá en peligro a causa de un revés económico y, especialmente, por la posterior aparición de un elemento perturbador que pondrá en riesgo las relaciones indulgentes de sus miembros.

Estamos ante un film con un ritmo suave, aunque con la sensación de ciertas lagunas en el contenido, desarrollándose su trama en un espacio narrativo cerrado y en un tiempo interno extenso, que se proyecta durante varios años, aunque la acción se aglutine, de manera particular, en dos intervalos temporales, y casi siempre, como indiqué, en ese territorio casi incomunicado que representa la entrañable casa familiar --magnífica la puesta en escena--, que funciona, sin duda, como un protagonista añorado que simboliza la felicidad perdida; el paraíso.

Los intérpretes --maravillosos Ingrid Bergman, Warner Baxter y Susan Hayward; también los demás actores y actrices destacan en su cometido-- mantienen una lúcida sobriedad, conformando personajes con profunda psicología, que bien silencian, a su pesar, los sinceros sentimientos amorosos o bien los muestran, indiscreta e hipócritamente, con un afán ambicioso y destructivo: el elemento amenazador ya mencionado.

"Los cuatro hijos de Adán" ("Adam Had Four Sons") se abre, pues --dejando a un lado cierta añeja moral y esas forzadas elipsis en el argumento--, como una depurada y bonita obra cinematográfica, plena de callado y triste romanticismo, y que recomiendo encarecidamente.