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España España · Madrid
Voto de Juanma:
8
Drama. Fantástico. Comedia Lupe (Elena Anaya) vive encerrada en su casa, presa de una brutal agorafobia. Viéndola en bata y zapatillas, dependiendo para todo de su madre y con un hijo adolescente que la detesta, nadie diría que en los 80 fue una estrella de rock. Su madre, cansada de ver a su hija convertida en una persona egoísta y conflictiva, la Noche de los Muertos decide hablar con su hijo Diego. Este vuelve a la casa familiar con el aspecto de siempre: un ... [+]
3 de junio de 2014
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ante tremendo panorama, a media mañana apareció Todos están muertos, debut en el largometraje de Beatriz Sanchís, que hizo subir de golpe y porrazo el listón dentro de la Sección Oficial del Festival de Málaga. Tras un inicio ciertamente desconcertante, la voz en off de un niño se dirige a un personaje indeterminado y nos muestra la especial relación y existencia de su peculiar familia, una abuela mexicana y una madre antigua estrella del rock que vive recluida en casa haciendo tartas de manzanas, Todos están muertos impone pronto en pantalla un sello diferenciador, marcando en seguida las distancias no ya sólo con el resto de cintas a competición en la muestra malagueña, sino también con la mayor parte de la producción nacional del momento. Y la culpa o, mejor dicho, el mérito de ello es la insólita y reveladora manera con la que Sanchís se atreve a hablar de algo tan común en el cine mundial como son las familias rotas: desde una óptica que no muestra reparos en adentrarse en los caminos del realismo mágico sudamericano, además de una forma terriblemente natural y espontánea, lo que se apodera de toda la película dotándola de una magnética ternura.

Con tan irresistible atmósfera, luminosa y elocuente del afecto y la comprensión con la que están escritos todos los personajes y sus conflictos, Todos están muertos se sirve de constantes símbolos (el pelo, el despertador, los pasos de los personajes) para ir descubriendo con exquisita sensibilidad el viaje hacia la luz interior, hacia la calma y la estabilidad que lleva a cabo su torturada protagonista, logrando hablar en el camino, valiente como pocas, de temas incluso hasta espinosos (la muerte, obviamente, pero también la maternidad no asumida e irresponsable o algún otro algo más polémico que no desvelaremos aquí), eludiendo todo lo de maniqueo que tales asuntos pudieran conllevar y tratándolos con una sencillez tan loable que, en última instancia, habla maravillas de la inteligencia con la que Sanchís, autora también del guión, ha tejido todos y cada uno de los pormenores de su historia. Una película sin trucos, certera y profundamente honesta, que consigue además algo tan bonito como es estar vehiculada emocionalmente por la música, siendo ésta un compendio de las vibraciones imperantes en los sonidos de la famosa movida madrileña, que sirve de parte inspiradora del relato, pero también de la melancolía que inundó al rock en los noventa, momento en el que se ubica la narración. Y, para rizar el rizo de los aciertos, Todos están muertos sirve una de las interpretaciones más conmovedoramente redondas de Elena Anaya, intérprete que demuestra aquí haber comprendido y asimilado incluso hasta los rincones más oscuros de su personaje. La mexicana Angélica Aragón ofrece el perfecto contrapunto de emoción en uno de los, a buen seguro, mejores debuts del año.
Juanma
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