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Voto de antonalva:
9
Drama Cleo (Yalitza Aparicio) es la joven sirvienta de una familia que vive en la Colonia Roma, barrio de clase media-alta de Ciudad de México. En esta carta de amor a las mujeres que lo criaron, Cuarón se inspira en su propia infancia para pintar un retrato realista y emotivo de los conflictos domésticos y las jerarquías sociales durante la agitación política de la década de los 70. (FILMAFFINITY)
17 de diciembre de 2018
30 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
De los engaños y espejismos de la vida nos damos cuenta tarde. Y cuando volvemos la vista atrás nos queda la amarga sensación de no haber sido capaces de leer e interpretar los detalles con suficiente atención o antelación. Hemos dejado que la inercia, el tesón o la ingenuidad fueran nuestra guía, cuando en realidad era tan solo una forma de mantener al macho al mando y a la hembra sometida. La consideración hacia tus semejantes es el único tesoro que debemos admirar y conservar. Lo demás son juegos vanos de artificio que nos nublan la vista y quiebran nuestra lucidez. Con estos mínimos elementos urde Alfonso Cuarón un tapiz sobre los pilares de nuestra existencia: el amor, de lo que nos hace humanos, de lo que nos aleja de las fieras, de lo que fortalece el clan y nos permite salvar las adversidades. Podemos llamarlo familia o tribu, pero lo esencial es el respeto hacia uno mismo y el cuidado apegado y sincero hacia todas las personas queridas.

El rasgo común con otra de las grandes películas del año – ‘Cold War’ de Pawel Pawlikowski – es el uso del blanco y negro para urdir el tapiz de la nostalgia que se nos propone. Lo que en la cinta polaca abarca quince años de relaciones, encuentros y desencuentros, en esta obra mexicana apenas cubre un año. Todo es más concentrado, más intenso, más volcánico y más íntimo. Es una apología del amor materno – ya sea consanguíneo o adoptado – que se convierte así en un elogio de la fuerza motriz de la civilización y de las relaciones humanas: la maternidad y sus múltiples cuidados y esfuerzos para sacar adelante a la prole, mientras el macho cachondo se entretiene en fertilizar y utilizar a cuanta mujer deseable y propicia que se cruza por su camino. Es la admiración hacia el desvelo y diligencia maternal perenne sobre el irascible e indiscriminado afán de preñar y desatender del macho cabrón. Y la premisa no resulta en absoluto forzada porque la realidad la desenmascara e ilustra con suficiente elocuencia.

No censura los defectos del varón, sino que ensalza las virtudes de la mujer: su afán titánico por el cuidado, por el respeto y los desvelos para dar continuidad a la raza humana y su linaje, cualquiera que sea la desdicha o circunstancia. Ellas son el sexo fuerte y la esencia de la familia. Ellas nos nutren, nos cobijan, nos protegen y nos sacan adelante. Luego ya nos encargaremos cada uno de nosotros por seguir nuestro propio camino y repetir aciertos o yerros según nuestras inclinaciones y apetencias. Pero es de bien nacidos ser agradecidos y por ello estamos ante una loa universal: un homenaje al seno materno.
antonalva
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