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Voto de antonalva:
6
Drama En la década de los 90, la música electrónica se desarrolla a gran velocidad. En la excitante vida nocturna parisina, el joven Paul da sus primeros pasos como DJ. (FILMAFFINITY)
21 de septiembre de 2015
22 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Años noventa. El mundo de la música – y sus múltiples soportes y modas – evoluciona a velocidad de vértigo. Y tener talento no basta o no es lo determinante. Y entre los músicos y sus consumidores va construyéndose un nuevo perfil mediático, el pinchadiscos o DJ, que añade su creatividad, su ingenio y su personalidad a ese mundo etéreo e inasible de los sonidos, al mundo de la noche y sus ramificaciones. Quizás ha llegado el momento de mirar atrás sin ira y ofrecer un retablo desapasionado de lo que fueron aquellos años y de algunos de los protagonistas (que no estrellas) de aquellas convulsas sesiones, que basculan entre el paraíso y el infierno, entre la gloria y la condena, entre el éxtasis y la adicción.

Pero la intención y la atención fluctúan sin demasiado equilibrio ni concierto. Podríamos estar ante un relato generacional, pero los años se suceden en cascada, sin nada que señale ni la evolución ni el estancamiento de sus protagonistas. Como si hubieras tenido que haber estado allí para captar los matices y sintonizar con los mensajes que sin lugar a duda se lanzan, pero que se quedan sepultados tras una narración voluble, sin cadencia, sin compás, sin consonancia ni resonancia. Hay demasiado huecos, tiempos muertos, silencios y sobrentendidos que dificultan el visionado y te trasladan a un mundo del cual no te hace partícipe, ni te da sus claves. Es como si todo lo relevante ocurriera fuera de campo y tuvieras que imaginarte lo que no hay, lo que no ves, lo que no entiendes.

El interés estriba en que la mirada clínica, fría, casi quirúrgica de la directora ofrece un sinfín de situaciones que por su mera acumulación acaban configurando un tapiz sonoro sobre el que resalta todo lo que nos hurta a la mirada y oculta a la narración. El rompecabezas laborioso va configurándose escena a escena, que en sí mismas carecen de mordiente o de peso o de interés, pero la suma tenaz de los episodios arrítmicos nos va ofreciendo un mosaico de lo que pudo ser y no fue, de lo que hubo. Vacío y vacuidad. Y queda un regusto áspero a descalabro, a esterilidad, a acorde inconcluso, a pozo sin fondo. La sima del naufragio tiene olor a azufre infernal pero sin la teatralidad ni el histrionismo del melodrama.

Quizás demasiado larga e irregular, demasiado glacial e impasible, propensa a insuflar abulia en vez de energía, deja insatisfecho y con la sensación de que para semejante viaje no hacía falta tanto trasiego infecundo.
antonalva
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