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Voto de Quatermain80:
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Drama. Intriga. Cine negro
Eddie Miller, un modesto empleado, sufre mentalmente ante sus deseos de matar. Intenta, quemándose una mano, que lo detengan de alguna forma para no causar daño a nadie, pero su odio alimentado desde siempre por sus continuas frustraciones, le empuja sin cesar a liquidar mujeres a quienes acecha con su carabina. (FILMAFFINITY)
11 de marzo de 2011
24 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desconocidísima en España, "The Sniper" me parece, indudablemente, una de las mejores películas de Dmytryk, superior a otros títulos suyos muy conocidos, especialmente de su segunda etapa (tras su célebre "colaboración" con el HUAC), mucho menos interesantes que realizaciones más modestas, como la presente, que caracterizaron su labor durante los años cuarenta.
Esta historia de un psicópata que ha desarrollado un odio exacerbado hacia las mujeres -a las que asesina empleando las tácticas propias de un francotirador- hoy no nos sorprende, pero en su época, y a pesar del ninguneo de espectadores y críticos, constituía un acercamiento verdaderamente original a una problemática de difícil solución, como es la que plantean los asesinos en serie, víctimas a su vez de trastornos mentales. Así, el protagonista de la película es el asesino, y no tanto sus perseguidores, pues lo que interesa es mostrar la incapacidad de Eddie Miller para frenar su odio, lo que le empuja a autolesionarse y a delatarse a sí mismo.
Las mejores películas de Dmytryk suelen revelar los aspectos oscuros y desagradables de la sociedad estadounidense; ya en "Crossfire" se apuntaba algo parecido al hilo del antisemitismo, y en el presente caso se abunda en el retrato de una sociedad que sometida al miedo, al terror que generan los hechos descontrolados o incomprensibles, reacciona violentamente, buscando venganza en un chivo expiatorio. La tesis del filme es la contraria: el mal, o al menos este tipo de mal, puede prevenirse y tratarse, y los indivíduos que lo perpetran pueden ser salvados de sí mismos, para bien de toda la comunidad.
Más que por el argumento abordado, la película destaca enormemente en el aspecto formal, en el que Dmytryk alcanza aquí su plenitud como director. Para cerciorarse de ello basta con observar todas y cada una de las secuencias de los asesinatos, absolutamente brillantes; por destacar una, yo señalaría la de la mujer que tras haber intentado un infructuoso acercamiento al asesino en un bar, vuelve borracha a su casa (negociando con dificultad las cuestas típicas de San Francisco), a la que sube, y donde la vemos prepararse para acostarse a través de la ventana. Es entonces cuando el francotirador -a quien no hemos visto pero cuya presencia sí hemos intuido- quiebra dramáticamente la aparente rutina de la escena. También son especialmente reseñables el plano en contrapicado que nos muestra a Miller autolesionándose con los fuegos de la cocina, todo el fragmento ambientado en el parque de atracciones (de un peculiar y acertado sadismo), y la secuencia en que el francotirador mata a un deshollinador que le había descubierto desde las alturas de una chimenea. Son momentos de gran cine por parte de la realización, cuya calidad se mantiene hasta el plano final, del que no diremos nada.
Continúa en spoiler, sin revelar detalles.
Esta historia de un psicópata que ha desarrollado un odio exacerbado hacia las mujeres -a las que asesina empleando las tácticas propias de un francotirador- hoy no nos sorprende, pero en su época, y a pesar del ninguneo de espectadores y críticos, constituía un acercamiento verdaderamente original a una problemática de difícil solución, como es la que plantean los asesinos en serie, víctimas a su vez de trastornos mentales. Así, el protagonista de la película es el asesino, y no tanto sus perseguidores, pues lo que interesa es mostrar la incapacidad de Eddie Miller para frenar su odio, lo que le empuja a autolesionarse y a delatarse a sí mismo.
Las mejores películas de Dmytryk suelen revelar los aspectos oscuros y desagradables de la sociedad estadounidense; ya en "Crossfire" se apuntaba algo parecido al hilo del antisemitismo, y en el presente caso se abunda en el retrato de una sociedad que sometida al miedo, al terror que generan los hechos descontrolados o incomprensibles, reacciona violentamente, buscando venganza en un chivo expiatorio. La tesis del filme es la contraria: el mal, o al menos este tipo de mal, puede prevenirse y tratarse, y los indivíduos que lo perpetran pueden ser salvados de sí mismos, para bien de toda la comunidad.
Más que por el argumento abordado, la película destaca enormemente en el aspecto formal, en el que Dmytryk alcanza aquí su plenitud como director. Para cerciorarse de ello basta con observar todas y cada una de las secuencias de los asesinatos, absolutamente brillantes; por destacar una, yo señalaría la de la mujer que tras haber intentado un infructuoso acercamiento al asesino en un bar, vuelve borracha a su casa (negociando con dificultad las cuestas típicas de San Francisco), a la que sube, y donde la vemos prepararse para acostarse a través de la ventana. Es entonces cuando el francotirador -a quien no hemos visto pero cuya presencia sí hemos intuido- quiebra dramáticamente la aparente rutina de la escena. También son especialmente reseñables el plano en contrapicado que nos muestra a Miller autolesionándose con los fuegos de la cocina, todo el fragmento ambientado en el parque de atracciones (de un peculiar y acertado sadismo), y la secuencia en que el francotirador mata a un deshollinador que le había descubierto desde las alturas de una chimenea. Son momentos de gran cine por parte de la realización, cuya calidad se mantiene hasta el plano final, del que no diremos nada.
Continúa en spoiler, sin revelar detalles.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Con una buena labor de conjunto del reparto, la interpretación de Arthur Franz como psicópata fue criticada en su día, pues en opinión de algunos carecía de la maldad o sordidez que un personaje así precisaba. Si menciono esto es porque tales críticas explicitan precisamente el tipo de actitudes que el filme ataca; según aquéllas un asesino como el del filme debía ser una especie de demonio encarnado, el mal en su más pura esencia (un poco al estilo de Richard Widmark en "El beso de la muerte" de Hathaway), y no el personaje endeble, inseguro y sensible que en este caso se nos muestra. Por el contrario, desde mi punto de vista, la concepción de este Eddie Miller, más creíble y realista, constituye uno de los grandes aciertos del filme, que cuenta además con un correcto guión y una adecuada banda sonora. En conclusión, todo un descubrimiento para el buen aficionado al cine.