Hay películas en las que el espectador simpatiza a las primeras de cambio con sus protagonistas y sigue sus pasos a través de la historia expuesta. Otras veces los personajes resultan aborrecibles pero poseen cierto encanto para suscitar el interés en el público.
El personaje principal del debut de Manuel Nieto, David, no entra dentro de ninguna de las dos opciones anteriores: joven parásito ‘fumeta’ de profesión vago y pajero que va de rebelde con el mundo y la vida y que es forzado por su padre a construirse su ‘minipiso’, en forma de chabola improvisada, en un balneario cerca del mar.

Pese a plantear un problema generacional similar al que existe en España, los problemas que tienen los jóvenes para acceder a una vivienda, resulta contraproducente que un vago que no da palo al agua, hijo de papa, al menos puede construírsela.
Ni sus peripecias en un paisaje inhóspito, las extravagantes compañías, el humo de porro, las sobredosis de alcohol ni los efectos secundarios de los hongos alucinógenos hacen mella en el espectador. Como en sí esta historia construida supuestamente sobre la improvisación en forma de intrascendentes y escasamente originales subhistorias.

Al final no queda nada claro si existe una evolución del personaje en forma de maduración o si queda confirmado su nihilismo. A mí desde luego me la trae bastante floja y me sorprende que este señor no haya aprendido nada de “Whisky” pese a contar con ese ritmo pausado y contención.