Cuenta con notable rigor histórico el caso de la asesina Lizzie Borden, mostrando el crimen del que se la acusa, su juicio, y las consecuencias del veredicto.

Pero lo más importante es que al rigor histórico se le une una gran interpretación por parte de Christina Ricci, que es quien realmente consigue darle solidez e interés a la película con su talento y su fuerte personalidad.

Gregg Henry y Billy Campbell, como el fiscal y el abogado defensor, también aportan solidez a la historia con sus buenas interpretaciones, así como Stephen McHattie en el papel de su víctima, puesto que con poco tiempo en pantalla el actor consigue transmitir completa repulsión.

Frente a unos buenos valores de producción, el único pero de la película es la música, que resulta completamente anacrónica y chocante con lo que muestran las imágenes, sin conseguir arruinar la experiencia.

Lo mejor: Christina Ricci.

Lo peor: La banda sonora.