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Voto de Archilupo:
7
Drama Félix, un joven vagabundo de 20 años, llega a un pueblecito perdido del interior de Argentina. En la estación, se encuentra por casualidad con Roberto, un desocupado devenido en albañil, que le ofrece a Félix un trabajito en la chacra donde vive con su mujer, Mercedes, y su hijo Chango de apenas un año. Es ahí, en ese contexto de soledad, bajo el sol abrasador de La Pampa, donde Félix descubre poco a poco la tensión cotidiana, violenta ... [+]
7 de marzo de 2009
14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
1) Una primera parte rural, muy extensa y morosa, con muchos detalles que suman poco, expuestos por María Victoria Menis con escritura elemental, precede a una segunda parte urbana, más breve, dramáticamente cargada, a un ritmo que se acelera de pronto hacia el tajante final.

2) Un adolescente solitario y taciturno llega en tren al perdido pueblo entrerriano de Río Tala. Bueno, llega a pie porque al avistar al revisor ha apagado y guardado el pucho para apurarlo luego, y se ha bajado en marcha. Viene de Paraná, sin un centavo. Encuentra puesto de peón en una chacra modesta, donde es testigo mudo de la vida primaria e infeliz que rige en la casa del patrón. La mujer, callada y deprimida, se ocupa del bebé, de la cocina, de la limpieza, de las tareas agrícolas… El hombre fuma sentado, sigue la TV, bebe, se encoleriza si el niño llora o el perro entra en la vivienda. El pibe taciturno tiene buena mano con el bebé, lo arrulla, juega y ríe con él, y establece una corriente de simpatía con la madre. Ambos son algo indios. Apocados por las circunstancias, cuando hablan entre sí apenas les sale la voz. De noche fuma en el camastro mientras oye las broncas conyugales.
Cuando el patrón se emborracha, lo que ocurre a menudo, golpea brutal a personas, animales o cosas, y vocifera iracundo. El pibe va desarrollando un instinto protector hacia el bebé.

3) Los diálogos, muy esporádicos, no contienen grandes revelaciones, y no siempre se entienden, a causa de una vocalización deficiente. Es muy rica, en cambio, la constante presencia acústica de zureos, trinos, gorjeos, ladridos, martilleos, cacareos, relinchos, rumores de agua o chirridos de cigarras, limpiamente grabados.

Sí llevan música unas secuencias que la directora intercala, tomas de fotografía sobreexpuesta, imágenes distorsionadas de una anciana en una tierra de marisma, representando el mundo de recuerdos infantiles que el pibe evoca durante sus cerrados silencios.

4) También lleva música de fondo el viaje que sirve de transición entre la primera parte y la segunda, una versión ‘new age’ de la “Canción del jangadero”, de Eduardo Falú, cuya letra alude a la existencia al hablar de cómo bajan por el río los balseros (“Padre río, tus escamas de oro vivo/ son el sueño que nos lleva más allá”).

5) En Buenos Aires, los sonidos no acompañan al silencio sino que lo destruyen. Motores, bocinas, silbatos, en correlación con el caos superpoblado y frenético. Duro e inhumano de otro modo, ese mundo de vaivenes incluye todo tipo de ocasiones, y algunos laburitos callejeros invaden de lleno lo trágico.

6) Con estrategia muy humilde y honrada, que evita siempre la grandilocuencia de ir más allá de las posibilidades de actores, producción, historia o fotografía, que son limitadas, se va dando un progresivo acercamiento a los personajes, descritos con mesura y humanidad naturalistas, y un ahondamiento de la emoción.
Archilupo
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