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Voto de Archilupo:
9
Comedia Un armador, de cuya hija está enamorado Buster Keaton, vende uno de sus barcos a un país que está en guerra con otro. Sin embargo, los agentes de este último país tienen la misión de dejar el barco a la deriva para que naufrague. En medio de esta trama, Buster y su enamorada se embarcan en el navío, sin saber que éste va a la deriva. (FILMAFFINITY)
16 de mayo de 2008
31 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sea un viejo barco vacío en alta mar y dos personas que se encuentran solas a bordo.
Dado que una de las dos personas es Buster Keaton, es de imaginar la cantidad de recursos cómicamente absurdos que desplegarán para sobrevivir.

El guionista Jean Havez tenía un esquema: un joven rico y una joven rica que nunca han tenido que mover un dedo, los dos seres más inútiles del mundo, solos en un gran barco a la deriva.
Un colaborador, Fred Gabouri, consiguió un transatlántico jubilado.
Keaton se encontró así ante un singular juguete para dar rienda suelta a su inventiva.

El barco, una especie de gran inmueble flotante, es un espacio aislado y complejo del que Keaton, con su ingenio surreal único, va extrayendo comicidad.

Abundan momentos muy hilarantes: persecuciones aceleradas, caídas al agua y resbalones, cocina organizada con el tradicional sistema keatoniano de hilos y cuerdas, noches de terror infantil, o una tronchante partida con naipes mojados…

Keaton y la chica, que al principio son ridículos sin paliativos, van espabilando y evolucionando en su obligado confinamiento de robinsones marítimos, especialmente cuando se aproximan al final vertiginoso, mucho más cargado de genuino suspense que de humor.

Acróbata de familia, muchos gags de Keaton, basados en piruetas, trompadas y batacazos provocan risa, pero también admiración, por las condiciones físicas excepcionales que demuestran, y por el riesgo que afronta un actor que prescinde de dobles y especialistas y busca el más-difícil-todavía, como en las escenas submarinas de esta película.

El humor de Keaton no toca los resortes sentimentales. Va derecho a una comicidad visual y concreta.
Se mueve por una región mental ajena a los cambios de edad, independiente de claves intelectuales e igualmente accesible para el niño y el adulto: la imaginación pura, facultad que encuentra en el cine mudo un medio idóneo, y en el gran Buster Keaton uno de sus mayores creadores.
Archilupo
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