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Voto de Archilupo:
8
Drama. Romance En un modesto hotel de un barrio popular de París, Renée (Annabella) y Pierre (Jean-Pierre Aumont), una joven pareja de enamorados, alquilan una habitación para una sola noche. Ambos jóvenes tiene intención de suicidarse: Pierre matará a Renée de un tiro, y luego disparará contra sí mismo. Pero el plan no sale como tenían planeado... (FILMAFFINITY)
6 de diciembre de 2008
32 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
1) Marcel Carné dirige acertadamente un gran guión de Jacques Prévert, polifacético escritor de orígenes más dadaístas que surrealistas, autor de la conocida canción “Les Feuilles Mortes” [“Las hojas muertas”].

2) Arranca la película con una formidable escena nocturna, en el comedor del Hôtel du Nord, modesto hostal junto al parisino canal de Saint Martin. Sentados a una gran mesa, los dueños celebran con parientes, huéspedes y amigos una primera comunión, en medio de continuas risotadas y libaciones.
Tras esta chispeante presentación de unos cuantos personajes, llega pidiendo habitación una pareja extraviada y romántica cuya onda lúgubre corta un instante la fiesta. Ya en el cuarto, los jóvenes se recuerdan sobre la cama el plan desesperado que han concebido en vista de que su amor vehemente y fogoso no encaja en un mundo adverso, y se expresan una vez más sus sentimientos torrenciales.

3) De ahí en adelante, los acontecimientos se suceden, casi todos en el hostal, colmena humana repleta de bulliciosos secundarios, retratados con mirada aguda e indulgente, con rico vitalismo y una tolerante humanidad de barriada, que no juzga y deja vivir. El ‘realismo lírico’ de Carné quería ser también ‘cine de calle’, y así acoge con normalidad entre los huéspedes a un confitero homosexual, una prostituta (desbordante interpretación de Arletty, que se apodera de media película), al niño Manolo, huérfano de los bombardeos de Barcelona adoptado por los patrones… Otros son un pánfilo cómicamente obsesionado con sus actividades de donante de sangre, su mujer insatisfecha, el vivales que se arrima y el proteico rufián de la prostituta (Louis Jouvet), cuya personalidad va mostrando sorprendentes capas.

4) La historia principal, la de los amantes trágicos, flojea a ratos. Concebida con acentuado dramatismo, los actores tienen que sostener diálogos que resultan más embarullados que pasionales, y sus actuaciones no aguantan siempre los abundantes primeros planos. Pero, por vasos comunicantes, la trama de historias que tejen en el hotel los secundarios, con la prostituta y su chulo a la cabeza, inunda el argumento y lo desborda.

Sin cesar la vida pasa, como las gabarras por el canal, los trenes por la estación vecina, por el empedrado la cuadrada furgoneta, los carros de caballos, el ancho autobús de línea…
En varios diálogos increíblemente afortunados; en las escenas callejeras, el comedor repleto de obreros y pintores, el baile popular del 14 de abril, y tantas otras; en la escenificación y la fotografía, de riqueza deliciosa, Carné captura esa vida, la recrea y la plasma en celuloide con delicadeza tan enérgica que 70 años después todavía conmueve.
Archilupo
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