"El Gran Santini", un prestigioso ilusionista, es explotado por su jefe, quien conoce un oscuro secreto de su pasado. Una noche el mago decidirá poner en práctica un singular truco.

Uno de mis episodios favoritos de la serie, tanto por el ingenioso asesinato, calculado al milímetro, como por el desempeño de Colombo y su interacción con el resto de personajes. El sagaz teniente, dandy disimulado, cambia aquí de vestimenta, presenta un abrigo nuevo, regalo de cumpleaños de su esposa; sin embargo, no tardará en echar de menos su mítica gabardina, sin la cual se siente incompleto. En esta ocasión contará con la ayuda del sargento Wilson, un joven voluntarioso aunque algo corto, que jugará un destacado papel en la resolución del misterio.

Jack Cassidy encarna a un ilusionista elegante y refinado, inteligente y altivo, experto manipulador, dotado de múltiples habilidades, poseedor de un exquisito gusto para el crimen. Se trata de un rival serio para nuestro teniente. Colombo, puro estilo, pura clase, recorrerá el cabaret en busca de respuestas, se moverá entre bambalinas, examinará cerraduras, palpará la camisa sudada de un cadáver, conocerá innovaciones tecnológicas, descubrirá trucos de magia, interrogará a empleados, incomodará a Santini a base de insistencia, gracias a preguntas cada vez más incisivas, en un genial duelo de grandes mentes. Incluso se permitirá compartir escenario con él en una pletórica actuación.

Los diálogos son brillantes, destilan ese humor tan característico del investigador. La acción se desarrolla de manera dinámica; Harvey Hart se encarga de que no perdamos detalle de lo que ocurre. El desenlace, deslumbrante, casi logra convencernos de que, efectivamente, "el crimen perfecto es sólo una ilusión".

- Detrás de esa fachada confusa, late el corazón de un filósofo empírico empeñado en descubrir la verdad a cualquier precio.
- ¡Sólo hago mi trabajo!