En Peaksville la población vive atemorizada, simulando ser feliz y tratando de tener solo pensamientos positivos, debido a que no quieren disgustar a un monstruo dotado de increíbles poderes: un niño de seis años.

A veces para dar miedo no se necesita recurrir a sustos baratos ni a efectos chocantes, basta con mostrar a un grupo de gente aterrada; no nos asusta el horror, sino su evidencia. Rod Serling adaptó un fabuloso cuento de Jerome Bixby, respetando su tono, sin caer en la tentación de incluir lecciones morales ni retazos de optimismo; decidió jugar con la impotencia de unos personajes condenados a aparentar alegría, dejando a la imaginación del espectador muchos detalles -¿puede el pequeño Anthony hacer volver a los desaparecidos?-, así como manejando con soltura una siniestra ambigüedad, sin aportar más explicaciones de las debidas -¿es el niño un auténtico sociópata o solamente un chiquillo inmaduro y caprichoso?-.

Protagonizada por Bill Mumy (en su segunda aparición en la serie; tendría otra más), y poblada de secundarios excelsos que ayudan a envolver este capítulo de una atmósfera especial, fue uno de los episodios que tuvieron su remake en la película de 1983 “Twilight Zone: The Movie” (titulada en España “En los límites de la realidad”), cuyo fragmento estuvo dirigido por Joe Dante con guion de Richard Matheson (incluía gran despliegue de efectos especiales y un final diferente).

También sirvió de inspiración para un episodio de “Más allá de los límites de la realidad” escrito por George R. R. Martin. Y tuvo una secuela en la serie “En los límites de la realidad”, de 2002.