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Voto de Néstor Juez:
4
Ciencia ficción. Acción Basada en el anime japonés "The Wolf Brigade" (1999). En el año 2029, tras anunciar los gobiernos de Corea del Norte y del Sur un plan quinquenal para unificar el país, las naciones más poderosas del mundo imponen unas fuertes sanciones que paralizan la economía y conducen a un periodo de caos infernal. Tras la aparición de un grupo terrorista armado llamado La Secta que se opone a la unificación, el presidente crea una nueva división ... [+]
10 de octubre de 2018
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Obligado a abandonar la proyección anterior a falta de un par de planos, llegué con la lengua fuera a la Sala 1 del Kursaal para ver a las 16:00 una de las películas de Sección Oficial a la que más ganas le teníamos: Illang: The wolf brigade/Inrang, de nuestro querido Kim Jee-Won. En el año 2029 las dos Coreas se han unificado en un período de sanciones económicas y caos en las calles. El grupo terrorista La Secta se opone a la unificación, y se crea para neutralizarles a la despiadada brigada lobo. Un hombre y una mujer se encuentran atrapados entre ambos bandos. Una espectacular película de acción de alta producción, que podría aspirar a ser la primera gran franquicia de acción no americana en Netflix. Una película llena de escenas de acción, un monumento al disparo. Un ruidoso espectáculo en el que, como no, brilla la realización de las escenas de acción, en la que Kim Jee-Won muestra porque es probablemente el realizador más habilidoso a nivel mundial para filmar acción. Y además de su riqueza iconográfica, el filme cuenta en su inicio con unas escenas prometedoras que captan nuestro interés. El resto, tristemente, es un desastre. Una enorme decepción, a la altura de las producciones más burdas de la librería de Netflix, cuya presencia en la Sección Oficial de un Festival de tipo A es incomprensible. Una película larguísima de guión incomprensible y plástico total en su profundidad dramática, con personajes y diálogos que rozan el ridículo. Una procesión de ruido cada vez más agotadora, amorfa y cansina (con secuencias en las que parece que observamos a un robótico John Wick asiático), que concluye pese a sus reticencias en una risible acumulación de clímax empastados a troche y moche. Simplificación maniquea del cine comercial en la confrontación de bandos, y melodrama propio de telefilme. Sin duda el peor filme de su director, al que sólo su maña tras la cámara en algunas secuencias la salva de ser aún peor.
Néstor Juez
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