Y tras un raudo pintxo en un bar de errada decisión, concluimos el día en la Sala 2 de los mismos cines para ver que nos deparaba una de las películas más extrañas y, a priori, radicales de la sección Zabaltegi: la argentina Las hijas del fuego, ganadora al premio a Mejor Película en el Festival BAFICI. Tres mujeres se reúnen en exóticos parajes montañosos aislados del resto del mundo. Emprenderán en furgoneta un viaje de poliamor, que les cambiará para cuando regresen a sus hogares. Una experiencia la que vivirán libre de ataduras, en las que se desoye el orden establecido y se buscan nuevas formas de dar rienda suelta a la pasión y al placer físico. Una película experimental, difícil de categorizar, desafiante para sus actrices y para el espectador, que se halla ante un filme que es un juego conceptual, una búsqueda del placer físico femenino y de como plasmarlo en pantalla. Una película, que duda cabe, valiente y viva, enérgica, que no puede dejar indiferente a nadie. Cabe destacar el reparto, de mujeres alegres y entregadas, y una fotografía correcta. El resto, un agotamiento de relativo interés, poco para nosotros. Apenas dos horas de constante orgía femenina y toque de vaginas, carente de erotismo alguno. Una oda a la concha, con escenas de micciones grupales incluidas. La música es estruendosa, y los textos que acompañan en voz en off extremadamente pretenciosos. Reflexión física de una autora, pero ni un relato que capture ni una forma de interés. Sólo intensidad y provocación. Una experiencia audiovisual que podrá llamar a alguien, y que hará las delicias de vaginófilos y apasionados del cine sexual, pero con respecto a lo que estos redactores entienden por buen cine, lo menos interesante del festival.