De niño, junto a mis hermanos mayores o mi madre, tuve que chuparme algunas pelis de la ‘mula Francis’, una horrible mula que tenía el don de hablar y siempre vinculada al ejército de los EE.UU. Esta celebridad de los años ’50 resultaba, para mi cándida mente infantil algo insoportable, insufrible. Hasta me daba coraje y mala baba tener que verla las veces que tuve que hacerlo

Ya he comentado mi parecer con este mular personaje, sobre la obra titulada “Mi mula Francis” (1950) (https://www.filmaffinity.com/es/user/rating/559502/452301.html). Pues bien, para mi enorme suerte, y esto es lo que principalmente quiero destacar ahora, Arthur Lubin, productores o quienes fueren, decidieron que esta fuera la última entrega de la saga, lo cual que me pude librar para el resto de este odioso personaje de grandes orejas que no hacía más que enredar con los sodados USA.

En esta cinta Arthur Lubin hace lo que puede y con los años me enteré de que esta fue la primera película en la que intervino Clint Eastwood, así que, mira por donde, la fastidiosa mula Francis y la colección de secuelas, hizo algo bueno para el cine: ¡descubrió a Eastwood para los estudios de Hollywood y para el mundo!

Claro que para mí la cosa no había acabado. Una vez borrada Francis de las pantallas, aún habría de venir toda la saga Marisol a la que mis hermanas mayores y fans, me obligaron a ir para horror y hasta vergüenza ajena cada vez que visionaba a aquella niña ñoña y exasperante. Ya ven, después de la Francis todavía hubo sufrimiento en el cine para mí ¿No es un milagro que no decayera mi afición por el Séptimo Arte?