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España España · Barcelona
Voto de Quim Casals:
9
Drama Sandra Dawson (Claudia Cardinale) regresa al pueblo de su infancia, Volterra, en la Toscana, y lo hace acompañada de Andrew, su marido (Michael Craig). Una vez instalada en su casa natal, la persigue el recuerdo de su padre, muerto en el campo de concentración de Auschwitz. (FILMAFFINITY)
17 de marzo de 2009
36 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
Realizada a continuación de "El gatopardo", sorprendió esta película de presupuesto mucho más modesto, última que Visconti filmó en blanco y negro y centrada en escasos personajes, y obtuvo tan sólo un moderado éxito en su estreno; pero, en mi opinión, merece ser hoy reivindicada como una de sus grandes obras (algo que hago extensible a otras también menos valoradas, como "El inocente").

Sandra, acompañada de su marido, regresa a su villa natal de Volterra con motivo de un homenaje a su idolatrado padre, fallecido en Auschwitz; allí se reencuentra con su hermano, con quien le une una muy particular relación, y su odiada madre, casada en segundas nupcias. O, si se prefiere, Electra se reencuentra con Orestes, bajo la sombra de Agamenón y Clitemnestra. En efecto, estamos ante una libre trasposición de la Orestíada, aunque sólo como punto de partida para definir a los personajes y sus dilemas, no de llegada: los conocedores del mito clásico no han de temer a anticiparse a la resolución del conflicto, que Visconti maneja a su antojo.

Uno de los puntos fuertes del film, a mi entender, es la manera cómo muestra ese retorno al pasado, en definitiva a las pasiones ancestrales, asociándolas a los elementos naturales, como el viento, y a la antigüedad, simbolizada por la imaginería etrusca, o las ruinas de unas cisternas romanas (*véase spoiler). El carácter gótico se ve reforzado por la extraordinaria y muy contrastada fotografía, que dibuja sombras amenazantes sobre los rostros de los protagonistas en los momentos álgidos y que juega también con sus reflejos en el agua o en los espejos.

Esta fotografía realza como nunca la belleza de C.C., como Sternberg hacía con Marlene. Quizás —y como única objeción a esta gran película—, cabría decir que sus cualidades interpretativas —y más en un papel tan cargado de resonancias como este, auténtico caramelo para las más grandes actrices— no brillan a la misma altura que su físico. De todos modos, parece ser que Visconti ya contaba con ello, pues en entrevistas de la época admite que era plenamente consciente de estas carencias, pero que la eligió por su "belleza un poco tosca, casi animal", que iba bien para el papel. Por su parte, el trabajo de Jean Sorel en el rol de hermano me parece prodigioso.

La composición de cada encuadre tiene la armonía típica en Visconti, que se inicia aquí en el uso del zoom, ese mecanismo a menudo tan denostado, seguramente porqué no forma parte de la gramática clásica del cine y porqué en los setenta fue llevado hasta el abuso y la extenuación por directores rupestres (si Godard dijo que un travelling es una cuestión moral, el pobre zoom parece a veces que sea inmoral). Pero a mi me parece una figura de estilo tan legítima como cualquier otra, y creo que Visconti fue uno de los primeros, junto al Rossellini televisivo, que, con mejor criterio —en otras palabras, otorgándole un sentido significativo—, lo supo utilizar.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Quim Casals
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