4 de abril de 2013
18 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vaya lío de película. Que confusión más grande. Ya he dicho otras veces que yo no serviría para este tipo de trabajos en los que hay que obedecer, no preguntar y seguir las instrucciones al pie de la letra. Así pues, conmigo la misión hubiera sido un desastre desde el principio. Si ya me veo, ya: «Perdone, comandante: ¿qué puente ha dicho?»
En realidad, de esta manera me encontraba mientras veía «Un puente lejano»: perdida por completo. Tanto es así, que en un momento dado dejé de preocuparme por el hilo conductor de los acontecimientos para fijarme sólo en lo que ocurría en ese instante: la batalla, este diálogo, ese muerto, ese riesgo, y punto, sin buscarle relación entre lo anterior y posterior, y sin darle muchas vueltas a qué le pasa al batallón de Sean Connery (sigo sin saberlo), ni de dónde sale James Caan, ni cuándo llegan los polacos. Una historia tan interesante, verídica además, deshilvanada por culpa de un guión confuso, quizá porque da por hecho que, bien sabemos la realidad histórica, o bien que somos más inteligentes de lo que somos. O bien que Attenborough, que es un director muy solvente, también se ha liado.
Mención especial merece el reparto, que no es ni de lujo, sino directamente de oro puro. No hace falta dar todos los nombres así que me reiteraré en mi pasión por un Michael Caine de gallarda presencia vestido de militar con boina negra y a quien le basta un minuto para dominar la escena; su diálogo con Edward Fox en su primera aparición es divertidísima y digno ejemplo de las tablas, de la naturalidad, de unos actores de otro tiempo, de otra pasta. Tampoco puedo saltarme, porque les adoro, a Anthnony Hopkins, Gene Hackman (quien tiene muy pocas líneas), Sean Connery o Laurence Olivier en un papel casi testimonial.
Cuanto desperdicio, que derroche de talento mal enfocado. Qué lástima.
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