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Voto de Marty Maher:
7
Drama. Romance June (Irene Escolar) es una chica de aspecto frágil pero valiente y con un gran instinto de supervivencia. Es impulsiva y soñadora, aunque lleva a sus espaldas un pasado muy doloroso. Diego (Tamar Novas) es un joven escritor poco sociable y muy sensible que vive aislado del mundo. Tras dejar su tierra en busca de mejores oportunidades, June regresa a su ciudad natal y vuelve a ver a Diego. Juntos se enfrentarán al desencanto y a la ... [+]
12 de enero de 2016
18 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cómo se agradecen las películas que no toman al espectador por tonto, que invitan a éste a inmiscuirse en la vida de sus personajes para indagar en su pasado y que apelan a las emociones a través de palabras, silencios y simples miradas. Se echa en falta que las imágenes y diálogos permitan respirar a un espectador cada vez más pasivo, menos curioso. Pero Un otoño sin Berlín es una pequeña lección de gran cine; del que demuestra, una vez más, que debemos confiar en las hornadas de jóvenes talentos que cada año empiezan a abrirse camino. Una película que arriesga si tenemos en cuenta su condición de ópera prima, pero que triunfa gracias a un evidente sentido de la sensibilidad cinematográfica. No pocos éxitos le esperan a esta película y a esta directora -Lara Izagirre-.

June, una joven de aspecto frágil pero valiente, decide volver a su tierra tras pasar una larga temporada en el extranjero. Cuando llega, intenta retomar su relación con Diego, un joven escritor poco sociable que lleva tiempo encerrado en su casa. Juntos, serán el fiel retrato de una juventud desencantada y sin expectativas. El pasado, que debemos construir mentalmente a través de algunos detalles que apreciamos en el transcurso de la trama, es una losa que hará que el reencuentro no sea tan agradable como cabría esperar. No sólo es que las heridas del pasado aún no se hayan cerrado, sino que quizá no puedan cerrarse nunca.

Izagirre nos introduce de lleno en la intimidad de sus protagonistas. La invasión en sus vidas, hogares e incluso sentimientos nos permite empatizar con los personajes y la propia historia de (des)amor desde los primeros planos. El paso del tiempo no perdona, y esta película lo muestra de una manera tan certera como la vida misma. La cámara persigue en todo momento el rostro de una Irene Escolar que carga con todo el peso de la película a sus espaldas. Ante las complicadas relaciones que mantiene con su padre y con Diego, June logra evadirse en compañía de su mejor amiga -sorprendente Naiara Carmona- y de Nico, un pequeño al que da clases de francés. Ellos son su única salida para enfrentar un fracaso ante el que nunca deja de hacer frente.

Esta ópera prima deslumbra por su capacidad para, paso a paso, sin forzar ningún diálogo o situación, someternos al castigo del desencanto que sufren sus protagonistas. No hay un solo plano que sobre en Un otoño sin Berlín, y esto es gracias a un meticuloso y brillante trabajo de dirección. Ante un final que está escrito desde los primeros compases, y que presagiamos tanto los espectadores como la propia protagonista, Izagirre se guarda la capacidad de conmover, de desmitificar los romances arquetípicos y los finales felices con un índice de acierto inesperado.

Mención aparte merece Irene Escolar, que aguanta con una naturalidad pasmosa la presión de una cámara que rara vez se aleja de su rostro. Solamente el plano final, que no se despega de ella hasta que logra asumir la decepción que debió aceptar tiempo atrás, es merecedor de pagar una entrada de cine. No hay palabras para definir la mejor interpretación femenina de nuestro cine en lo que llevamos de año. Menudo futuro le aguarda a esta joven intérprete, cuyo recorrido no le había permitido demostrar hasta ahora su potencial. No sería justo obviar un reparto que cumple con nota en su totalidad, destacando cada una de las intervenciones de unos secundarios entre los que podemos encontrar alguna cara conocida.

De Un otoño sin Berlín nos llevamos, además de una estupenda película, dos nombres a tener muy en cuenta de ahora en adelante: Irene Escolar frente a las cámaras y Lara Izagirre tras éstas. Crudo a la par que conmovedor reflejo de un tiempo y una generación estancada en un otoño que no parece tener fin -estupendamente representado con un baile en círculos en el que la letra de Museum of Flight juega un papel fundamental-. Sorprendente, cercana y emotiva película que permanece en mi memoria y crece ilimitadamente.
Marty Maher
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