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Voto de Jark Prongo:
5
Drama En la década de los 90, la música electrónica se desarrolla a gran velocidad. En la excitante vida nocturna parisina, el joven Paul da sus primeros pasos como DJ. (FILMAFFINITY)
5 de mayo de 2015
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Eden a ratos roza la sublime y en ocasiones –las más- se convierte en tangencial a lo mediocre. Es la aguja que recorre los surcos de ese maxi fulero que su protagonista pincharía en cualquiera de las fiestas de su ruinoso club que resulta sonar a algo que no es un doce pulgadas de Roulé Music. El sello de Thomas Bangalter, el listo y válido de los Daft Punk, no aparece a través de sus sonidos en ninguna ocasión durante todo el metraje, y eso es de llevarse las manos a la cabeza. No por fetichismo mío ni por afán de conferir cierta verosimilitud a lo narrado –que en cierta manera es deseable en la medida que Eden recoge las vivencias del hermano de la directora, Mia Hansen-Love, e intenta enmarcarlas en su contexto temporal y geográfico, la Francia noventas que viese nacer, despuntar y exportar el french touch, subgénero house -, sino por ver dónde apuntan las intenciones de su responsable. Esas reflexiones sobre lo cíclico del tiempo –evidenciadas con la repetición de pautas de costumbres en las novias del protagonista-, ese querer invocar una suerte de eterno retorno con leves variaciones en sus patrones tanto para modas musicales como vivencias humanas, se podría haber expuesto de forma bien simple y congruente con lo acontecido en Francia soltando los dos maxis de Roulé que se fundamentan en la repetición ad infinitum de un loop con leves matices de inicio a fin, el So Much Love To Give de Together y el Together de idéntica formación. Thomas Bangalter parece haber dedicado gran parte de su labor en la ingeriería del baile a demostrar que pequeños miniciclos forman un todo condenado a repetirse, que inicio y final están más próximos que separados, algo que luego enunciaría con el One More Time de Daft Punk en modo autoconsciencia –que sí que suena en el film- y que con Get Lucky ya remacharía, pues allí enuncia un ”all ends with beginnings” del todo inequívoco mientras construye música del siglo XXI usando la de 4 décadas atrás. Y que todo esto del tiempo también lo enuncia mejor que Mia Hansen un fragmento del Finally de Kings Of Tomorrow que ella deja sonar sabiamente, ”times marches on never ending”.

En cierta manera similar a la enorme 24 Hour Party People de Michael Winterbottom (en cuanto a usar para narrar a alguien que no fue el gran protagonista en un momento y escena musical relevantes pero que sí que estuvo allí desde el principio, durante y en la caída), los paralelismos no son pocos entre ambas, si bien esto se debe a que cada boom sociológico musical a partir de mil novecientos cincuenta presenta respecto a cualquier otro comprendido entre dicho periodo y hoy día una infinitud de similitudes, o mejor dicho, unos elementos diferenciadores que tienden a cero. Pero mientras Michael reflexionaba sobre la construcción de las leyendas y los mitos usando la cultura pop reciente británica, Mia Hansen aporta cero, a lo sumo un chiste chusco y arquetípico de puro manido (que si es de forma autoconsciente para ir en línea con eso del tiempo entonces chapó), el que se da cuando la vieja se cruza con Paul llegando por la mañana y le reprende por joven sin saber que es viejo –vueltecita de tuerca fulera ahí- y el momento gente hablando del Showgirls de Verhoeven, casi más un desencadenante de guiños y codazos al cuadrado que un ubicar de forma inteligente la trama en un contexto temporal dado, porque si esto lo haces a lo ella, es decir, tras haber puesto el típico intertítulo de rigor ubicando el año de la acción, un poco patán sí que eres. Lo mismo con el pizarrín y los subrayadores, modo mierder de mentar a Marker insinuando que vas a cascarte una reflexión de las suyas y luego el resultado es este.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jark Prongo
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