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Voto de Jark Prongo:
8
6,4
99
Comedia. Drama
Peter Foster (Patrick Tierney) tiene 23 años, es hijo único y está constantemente discutiendo con sus padres. En una sesión de terapia Peter se entera de la existencia de una familia armenia que dio a su hijo en adopción tiempo atrás, cuando llegaron a Canadá. Peter decide entonces visitarles fingiendo ser su hijo, Bedros Deryan... (FILMAFFINITY)
5 de mayo de 2015
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué tío el Egoyan. Luego de su perturbadora etapa inicial se cascaría la trilogía Exótica, El Dulce Porvenir y El Viaje de Felicia en el lapso de 5 años, que tela con eso, pero es que esta su primera película, rodada con tan solo 24 años, puede que sea incluso mejor que cualquiera de las anteriormente citadas. Next Of Kin ya muestra gran parte de sus obsesiones recurrentes en varias de sus etapas, desde la omnipresencia de las video-grabaciones (consustancial a la primera) al vacío emocional del hijo perdido (ya vinculada a la segunda); y, además, la idea de base que activa la trama lleva a considerar que Lanthimos y su guionista tuvieron muy presente este film para su esencial Alps y que Fernandito León de Aranoa la fusiló mal para su vulgar Familia. Animia de Cariño, la excepcional anomalía del cine nacional que fuese esa obra de Carmelo Espinosa, también presenta elementos comunes, pero sigue otra senda diferente a la del armenio.
Next Of Kin es perturbadora en la manera que toda película de la primera remesa de este señor lo es. Un chaval con hastío existencial y cero identidad definida aprovecha una casualidad que acontece en el visionado de unas grabaciones de terapia familiar para impersonar al hijo perdido de una familia armenia que ha emigrado a Canadá. Un chaval más blanco que una tarta de esmegma, acoto, haciéndose pasar por alguien que debería tener la tez cetrina que le es propia al gerente de un badulaque. Ambas partes, elemento ajeno y elementos armenios, saben que eso no encaja con la realidad, y no obstante deciden tirar para adelante con ello, con todo el teatro. Se da un simulacro a la Baudrillard en el marco familiar donde cada una de las partes es consciente del papel que en ello ocupa y de que eso es una farsa, un sucedáneo de hogar, una mentira piadosa en el peor de los casos, una actuación sobresaliente en el mejor. Y con esto Egoyan expone una serie de cuestiones sobre la alienación, la identidad, el hastío, la abulia existencial, la célula familiar y las salchipapas que a mí, particularmente, me resultan interesantísimas toda vez que perturbadoras de cojones y me llevan sin dudarlo un instante a recomendar el visionado inmediato del film y a acudir cuanto antes al 100 Montaditos, la mejor franquicia nacional de restaurantes sin lugar a dudas.
Next Of Kin es perturbadora en la manera que toda película de la primera remesa de este señor lo es. Un chaval con hastío existencial y cero identidad definida aprovecha una casualidad que acontece en el visionado de unas grabaciones de terapia familiar para impersonar al hijo perdido de una familia armenia que ha emigrado a Canadá. Un chaval más blanco que una tarta de esmegma, acoto, haciéndose pasar por alguien que debería tener la tez cetrina que le es propia al gerente de un badulaque. Ambas partes, elemento ajeno y elementos armenios, saben que eso no encaja con la realidad, y no obstante deciden tirar para adelante con ello, con todo el teatro. Se da un simulacro a la Baudrillard en el marco familiar donde cada una de las partes es consciente del papel que en ello ocupa y de que eso es una farsa, un sucedáneo de hogar, una mentira piadosa en el peor de los casos, una actuación sobresaliente en el mejor. Y con esto Egoyan expone una serie de cuestiones sobre la alienación, la identidad, el hastío, la abulia existencial, la célula familiar y las salchipapas que a mí, particularmente, me resultan interesantísimas toda vez que perturbadoras de cojones y me llevan sin dudarlo un instante a recomendar el visionado inmediato del film y a acudir cuanto antes al 100 Montaditos, la mejor franquicia nacional de restaurantes sin lugar a dudas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Formalmente diría que es donde Egoyan más fino ha andado. Los planos con tvs copando un lugar destacado en cuadro mientras al fondo se muestra lo que filman sin esa distorsión suya son puro Fassbinder en su miniserie El Mundo Conectado, no en vano algo que trataba las teorías de Baudrillard sobre los simulacros desde una fórmula sci-fi procedente de una novela de Daniel Galouye que también diera forma a la infravalorada Nivel 13. Un sentir muy Antonioni sesentas copa las secuencias del portamaletas del aeropuerto, si bien el color y encuadres llevan a pensar en un Alan Clarke fan de los tracking shots y en un Krzysztof Kieslowski decaloguiano, siendo curiosamente lo de Atom anterior a ambos. Por ende, el final con esas fotos recuerda a los montajes de Artavazd Pelechian, compatriota de origen de Egoyan y gran fan de Sonia y Selena, y el humor, raro tirando a esquinado cuando no directamente estrafalario, se agradece en las contadas ocasiones en las que aparece, siendo una de ellas una en la que el protagonista sonríe a cámara mientras su madre ficticia le arrulla cual bebé. Se nos hace partícipes a los espectadores del muro que separa la ficción de la misma forma que se le hizo al protagonista grabando las sesiones de terapia. Y ya, de paso, se le dio una idea a Michael Haneke en bandeja para Funny Games. Que esa es otra, todo lo que le adeuda el austríaco al armenio.