Estamos ante la mejor serie española de la década, a años luz de cualquiera que se haya estrenado, cosa tampoco muy difícil visto el panorama que tenemos en las teles. Y ha tenido que ser una cadena de pago, la que nos haya traído esta joya.

En ella, el actor Jorge Sanz, se interpreta a si mismo, un tipo acabado, que ha vivido tiempos mejores, y que ahora se arrastra por un misero papel en una serie que ni siquiera quiere hacer. Junto con su representante, un antiguo vendedor de quesos (sublime Eduardo Antuña), luchará por reconducir su carrera, a la vez que intenta por todos los medios participar en la vida de sus hijo, que vive en Barcelona.

Simplemente tengo que quitarme el sombrero ante Jorge Sanz, que ha sabido reírse de si mismo, y hasta de humillarse, ya que todos sabemos que muchas de las cosas que le pasan, no son muy extrañas para él. Y por eso tiene mucho mérito que se haya hecho esto. Además, la serie consigue que te descojones por momentos, como cuando cada dos por tres le dicen que esta acabado, con los partidos de padel con Resines (que nunca llegan a jugarse), el encuentro con Galiardo, el numerito en los Goya (memorable), o las escenas con la directora de banco fan de Valentina (y de las cosas que le hacían a Jorgito en la cinta...). Por otro lado, a veces sientes pena por ese actor venido a menos por su mala cabeza, o porque el cine es así de injusto, como cuando se derrumba al encontrar a un antiguo amigo de profesión en plena calle.

Lo único que podemos aplaudir es que en este país, dónde los actores son una gentuza deleznable, que no tienen la más mínima autocrítica, se haya hecho esto, un prodigio de serie, que si no fuera por su último episodio en Guatemala (que no está a la altura del resto), rozaría la perfección. Espero que algún día veamos una segunda temporada. Gracias Jorge, y gracias Trueba, os habéis ganado un ferviente seguidor.

Lo mejor: El agente de Jorge Sanz, que se haya hecho, y que por fin el cine español se mire un poco el ombligo.
Lo peor: El último episodio, que podría ser suprimido y no pasaría nada.