Hollywoodland es, en su mayor parte, sordidez.

Como la figura de George Reeves emprendió un vuelo hacía el estrellato para terminar en una agria situación, pues tras afrontar su papel de Superman con cierto oficio, barreras como la del encasillamiento, las arriesgadas papeletas o las ínfulas que, finalmente adopta el mismo personaje, le hacen tornarse un ser amargo y descuidado.
Esa es, sin duda alguna, la sordidez del estrellato.

O como el detective privado Louis Simo empezó investigando un supuesto suicidio, para terminar ofreciendo descorazonadores papeles ante los medios para ganar crédito que perdía a medida que avanzaba en sus determinaciones. Un crédito que, parecer ser, tampoco mereció exclusivamente, pues la ligereza con la que trata determinados aspectos hacen que, finalmente (y tras ciertas situaciones), el dolor que confluía a su alrededor, termine resultando palpable.
Tan palpable como la sordidez del prestigio.

Todos esos mimbres, excelentemente acompasados bajo la brillante batuta del debutante Allen Coulter, hacen de Hollywoodland una de las propuestas más crudas del año.
Para ello, el realizador compone un film donde el tempo es perfecto, la ambientación logradísima y las situaciones memorables.
Tampoco debemos olvidar un guión magnífico, o magnífico sería de no ser por ese insustancial alargamiento, que hace bajar demasiados enteros.
Mención aparte para un elenco soberbio, comenzando por una Diane Lane exquisita, que borda su papel y se come a cualquier actor en pantalla, un Adrien Brody contenido, un Affleck irregular, pero de parcial bueno o Hoskins, algo desaprovechado. Eso sí, quizá Robin Tunney esté algo desafortunada. Demasiado petulante.
Un film digno de aplauso.

PD: Y sí, Tomine debería volver. Ya van 3. Y Txarly también, pero más asiduamente, carajo.