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España España · Zaragoza
Voto de el chulucu:
9
Comedia. Drama. Romance Un agente de cobro llega a un pequeño pueblo con 1000 dólares para un granjero. Mientras espera a que el agricultor llegue, el dinero es guardado en una caja fuerte de un hotel. Sin embargo, el dinero se saca por error y solventa un serie de problemas antes de ser devuelto. (FILMAFFINITY)
9 de marzo de 2023
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
El prólogo de esta maravillosa película de Allan Dwan nos alienta y anima con aquello de: "En todas las familias nos encontramos con un tío Ed". Tal vez sea cierto o tal vez no. De todos modos, que me digan dónde tengo que firmar para que entre en mi vida uno cualquiera de los entrañables personajes que pueblan este modélico cuento de Dwan. Y uso el término poblar con metódica rigurosidad y certero tino, ya que eso es lo que hacen (¡y qué bien lo hacen!) los habitantes de este entrañable pueblo llamado Silver Creek.
Erase una vez una posada antigua y encantadora. Su dueño, un ilustre secundario llamado Gene Lockhart, interpretaba, con una variedad de registros admirables, el papel de Horace. Del cuidado y mantenimiento de la posada (cómo me gusta esta palabra) se encargaba el tío Ed; a la vez recepcionista y contable. Solo admitía a algunos de los mejores secundarios del cine y a mujeres valientes, de firmes convicciones y corazón bondadoso. El rústico hospedaje se iba llenando de gente muy dispar: pintores, chistosos, ricachonas, acreedores de poca monta, gánsteres... Sus conversaciones llenas de ingenio, de chispa y de agudeza -a veces presurosas, otras en calma- se desarrollan en la recepción, en el despacho del director, en el acogedor salón de comidas, en las habitaciones, alrededor de la vieja estufa; y se asientan dulcemente en nuestra mente y en nuestros corazones.
Desde la posada, nos conduce Dwan a otros escenarios de Silver Creek: una gran mansión, un almacén de alimentos y un deslucido despacho de abogados. Aunque, tal vez, lo más preciso sea decir que Dwan nos hace rodar por ellos. Porque en ningún momento dejamos de seguir la rueda de los mil dólares. Y acabamos como ellos. Volviendo a la fascinante posada y a la intensa humanidad que desprenden unos secundarios memorables y unas mujeres valientes, de firmes convicciones y corazón bondadoso.
el chulucu
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