Lo más interesante de esta bobería tan hermosota es el tour de force interpretativo, ríete en la cara de DiCaprio y De Niro, amigo, de Gilbert Roland eximio que hace tres personajes, padre, hijo y espíritu santo, cazarrecompensas, el que se venga (no es mexicano) y el mexicano que se venga, más allá de que se sirva de lentillas, adminículos varios, atrezzo bello, maquillaje rico, vestuario variopinto o de que se ponga y quite arrugas o patas de gallo cuando toca o más se tercia, la necesidad y el azar arrecian, no dan ninguna tregua, es él mismo triplicado, yo, yo mismo e Irene, Ireneo en este caso, ese prodigio sobrehumano fino. Gran acierto.
Por lo demás, parece que en un mal rato debieron violentar para variar como por casualidad a una real hembra gran dama de su casa por quítame allá esas pajas los malhechores estos rufianescos y la de Dios es Cristo que inmediata e inevitablemente se forma, no hay otra, muchos tiros, agonía, mala sangre, todo por nada, nada por todo, según se mire, el polvo al polvo, eso seguro.
Un ejercicio revirado mostrenco montaraz ideal para coger un buen sueño o para zurcir la calceta zurrar la badana, para en buena lid también descansar el alma y el cerebro agotados de tras tanto jodido ajetreo.