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Voto de Ferdydurke:
4
4,2
23
Drama
Sebastián, un hombre arruinado, vive en la mansión de sus antepasados y se dedica a vender sus ilustres apellidos a aquellos muchachos de padres desconocidos que quieren presumir de dinastía. El problema es cuando dos de ellos se enamoran. (FILMAFFINITY)
29 de diciembre de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un comienzo anodino, desvaído, un desarrollo moroso, un suceso asombroso, una toma de conciencia, una comuna, un amor, un dolor, un sacrificio y una broma.
De la unión en matrimonio de una deriva sórdida y pragmática durante años de marquesado acabado y vendido al mejor postor con una recuperación moral a través de la llegada de un dinero inesperado (sí, rico es más fácil ser generoso) y el consejo sabio de una mujer generosa nace un amor puro, virginal, nuevo, verdadero.
Es, por lo tanto, una película dialéctica, con tesis pesimista y cínica, antítesis iluminada y concienciada, y síntesis cariñosa, bondadosa y responsabilizada.
¿Qué es más decisivo, qué puede más, la ley o la sangre, el registro civil o el sexo, la burocracia o el afecto?
¿Es posible un incesto puramente contractual, ni pasional ni carnal?
¿Son las reglas, normas y convenciones papel mojado ante la fuerza imparable de la naturaleza y el instinto?
De la unión en matrimonio de una deriva sórdida y pragmática durante años de marquesado acabado y vendido al mejor postor con una recuperación moral a través de la llegada de un dinero inesperado (sí, rico es más fácil ser generoso) y el consejo sabio de una mujer generosa nace un amor puro, virginal, nuevo, verdadero.
Es, por lo tanto, una película dialéctica, con tesis pesimista y cínica, antítesis iluminada y concienciada, y síntesis cariñosa, bondadosa y responsabilizada.
¿Qué es más decisivo, qué puede más, la ley o la sangre, el registro civil o el sexo, la burocracia o el afecto?
¿Es posible un incesto puramente contractual, ni pasional ni carnal?
¿Son las reglas, normas y convenciones papel mojado ante la fuerza imparable de la naturaleza y el instinto?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Se podría decir que tiene tres partes:
- El aristócrata venido a menos vende su buen nombre para mantener la fachada de su parasitaria vida. Da su apellido a todos los hijos no reconocidos de padres sinvergüenzas o perdidos que los tuvieron con pelanduscas o jóvenes mancebas seducidas y abandonadas.
- Hereda y se vuelve bueno. Pasa de malo, de truhan elegante pero sin escrúpulos a padre amantísimo, caritativo y jacarandoso.
- Surge la pasión, esa luz se quiere apagar por la fuerza ominosa del mal legal, y es salvada, recuperada y avivada por el jerarca renacido, por el patriarca dadivoso.
Con un prólogo y un epílogo circulares en la pila bautismal del gran José Orjas. Jocundos y acertados.
La película está fechada a principios de los setenta. Y se nota (el aperturismo). Por sus atrevidos planteamientos. Por su cínica mirada. Por su indudable cachondeo y avieso recochineo.
Pero eso es la intención, el fondo, lo indirecto. Todo lo que queda enterrado por un buenismo imposible y un amorío puesto por el ayuntamiento.
Como si hubieran echado paladas de conservadurismo y falsedad para así tapar toda la carga de profundidad. De ahí su extraño resultado, valiente por un lado y muy entregado por el otro. Audaz y cobarde.
A lo que hay sumar en su debe el tono funcionarial, la fotografía deprimente, el actor principal doblado, el poco brillo de lo contado.
Película, por tanto, manca, mutilada en su esencia. Simpática, curiosa, se ve con buenos ojos a pesar de su nulo, escaso repertorio, de su limitada condición y floja sustancia.
Un si no es aguachinado y torticero.
Coda: El amor entre los dos pimpollos emerge de la lucha entre la forma fría de la sociedad y el fondo de fuego de los amantes. Plasmada esa pelea a través de dos pipiolos tan bonitos, tiernos y buenos que en verdad se deberían fundir en uno solo, formar parte de un único cuerpo o ente, transformarse felizmente en un maravilloso hermafrodita, una suma de sexos y espíritus, sincretismo físico e ideal de goce autónomo y eterno. Eso es amor verdadero y lo demás es cuento.
- El aristócrata venido a menos vende su buen nombre para mantener la fachada de su parasitaria vida. Da su apellido a todos los hijos no reconocidos de padres sinvergüenzas o perdidos que los tuvieron con pelanduscas o jóvenes mancebas seducidas y abandonadas.
- Hereda y se vuelve bueno. Pasa de malo, de truhan elegante pero sin escrúpulos a padre amantísimo, caritativo y jacarandoso.
- Surge la pasión, esa luz se quiere apagar por la fuerza ominosa del mal legal, y es salvada, recuperada y avivada por el jerarca renacido, por el patriarca dadivoso.
Con un prólogo y un epílogo circulares en la pila bautismal del gran José Orjas. Jocundos y acertados.
La película está fechada a principios de los setenta. Y se nota (el aperturismo). Por sus atrevidos planteamientos. Por su cínica mirada. Por su indudable cachondeo y avieso recochineo.
Pero eso es la intención, el fondo, lo indirecto. Todo lo que queda enterrado por un buenismo imposible y un amorío puesto por el ayuntamiento.
Como si hubieran echado paladas de conservadurismo y falsedad para así tapar toda la carga de profundidad. De ahí su extraño resultado, valiente por un lado y muy entregado por el otro. Audaz y cobarde.
A lo que hay sumar en su debe el tono funcionarial, la fotografía deprimente, el actor principal doblado, el poco brillo de lo contado.
Película, por tanto, manca, mutilada en su esencia. Simpática, curiosa, se ve con buenos ojos a pesar de su nulo, escaso repertorio, de su limitada condición y floja sustancia.
Un si no es aguachinado y torticero.
Coda: El amor entre los dos pimpollos emerge de la lucha entre la forma fría de la sociedad y el fondo de fuego de los amantes. Plasmada esa pelea a través de dos pipiolos tan bonitos, tiernos y buenos que en verdad se deberían fundir en uno solo, formar parte de un único cuerpo o ente, transformarse felizmente en un maravilloso hermafrodita, una suma de sexos y espíritus, sincretismo físico e ideal de goce autónomo y eterno. Eso es amor verdadero y lo demás es cuento.