Kdabra, serie compuesta al momento por tres temporadas, la primera de 13 episodios y las subsecuentes con 10 cada una. En género de thriller y con argumento de tónicas de menjurje, la productora Fox-Telecolombia entrega un serial bastante irregular, que logra alcanzar sus puntos de interés durante sus dos primeras entregas y a las que sin remedio la encausan hacia lo pueril para su tercera fase.

Luca, hijo de Ana e Ignacio —un matrimonio nada convencional—, ha crecido en una comunidad aislada y regida bajo estrictas normas y apegadas a cánones religiosos, dichas circunstancias coartan regularmente los proyectos del joven —entre ellos su gusto por la magia—, que al sentirse bajo la opresión constante de su padre opta por escapar de su entorno e intentar lograr independencia. Sin embargo su pertenencia al colectivo propicia esa constante persecución que lo lleve devuelta a su lecho y éstos puedan llevar a cabo la encomienda que el divino ha destinado para el mancebo.

Luca en su huída se encontrará en fuego cruzado entre tres grupos: el de fanáticos religiosos, las mafias pertenecientes a los juegos y casinos, y por último al de hampones que aprovechan sus dotes para los trucos de magia y así desempeñarse como carteristas. Su posición desencadena un frenesí por poseerlo y aspirar a lo pretendido a través de él, la redención y el dinero. Dos de estos ejes desplazarán a uno para la segunda temporada y darán paso a la presencia a otro nuevo, el cual da voz a la ciencia. Desafortunadamente "Kdabra" en su argumento no es sólida, todo el tiempo se nota confusa y comienza a desvirtuarse entre pugnas de investigadores, curas y bravucones, dejando a un lado por completo lo místico —que por cierto da nombre a la trama y se presenta como la parte medular del serial—.

El resultado final es contrastante y a la vez accidentado, que como todo menjurje algunos de sus componentes son suficientemente fiables y la incursión de mexicanos como Joaquín Cosío (Blas), Damián Alcazar (René) y Maya Zapata (Jazmín), son un buen complemento en personajes que a simple vista son contraposición en el orden de los designios divinos. De esta manera el hampón de cuello blanco, el mago atormentado y la asistente del lujoso hotel-casino, respectivamente dan esa ambivalencia que las sociedades muchas veces asumen, pocas toleran y mayoritariamente ignoran. Pero ¿qué decir de los elementos de dudosa reputación? En efecto, se encuentran presentes y hasta con crédito en el intro (Marcelo Dos Santos) quien es lo peor de la serie, con una actuación memorablemente ridícula.

En cuestiones de vestuario y escenografía tampoco encuentra esa fortuna, su constante de acartonados sets dan indicios del bajo presupuesto que rige la producción, aspectos que a la llegada de la tercera temporada son evidentes, donde ni los Fx son los ases bajo la manga, y sí los artificios de un proyecto endeble y bastante irregular.