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España España · Mexico
Voto de Alfie:
7
Cine negro. Drama Nick Magellan trabaja para Charlie Lupo, jefe del Sindicato del Crimen de Manhattan, al que están vinculados algunos senadores de Nueva York. (FILMAFFINITY)
6 de junio de 2017
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Chicago Tribune, sábado 12 de abril de 1947. Hedda Hopper, una de “esas” con estrella en Hollywood Boulevard, manda su habitual artículo desde la colina del chisme directo hacia la avenida Michigan. Calentito, recién horneado y servido desde los rincones más polvorientos de la parafernalia hollywoodiense; hush-hush. Frankie, “The Voice”, ha tumbado, probablemente de un crochet de derecha bien enseñado por papá Anthony, a Lee Mortimer, columnista y comentarista. La razón no fue esta vez un lío de faldas, cosa extraña, sino un supuesto comentario desagradable del segundo sobre la pertenencia del cantante a “un grupo minoritario” del que Frankie se aprovechaba en su carrera profesional. Nada nuevo. El incidente terminó en la Corte y con Sinatra pagando costas y algunos verdes más al “bueno” de Lee. Un bueno entrecomillado porque su animadversión a la comunidad italoamericana era clara. Y este es el inicio de todo.

Mortimer, cuya ciudad natal fue Chicago, se especializó en criminología, seguramente alimentado por su experiencia como teniente en el cuerpo de policía durante un par de años (42-43). Allí conocería a lo mejorcito del underworld de la ciudad del viento, sus mecanismos, sus reglas, sus códigos, sus traiciones y su tela de araña que alcanzaba a todo y a todos. Años más tarde, junto a Jack Lait, neoyorquino y también columnista, adquirirían fama por escribir conjuntamente Nueva York Confidential, Chicago Confidential, Washington Confidential, que se convirtió en un éxito de ventas 1951, y U.S.A. Confidential. De los dos primeros se hicieron películas: Chicago Confidential (Sidney Salkow, 1597) y esta que nos ocupa, Nueva York Confidencial (Russell Rouse, 1955). Como pueden ver, al final del día, todos los caminos llevan al Bada Bing (Frankie, The Godfather, Al Pacino, Silvio Dante, Tony).

Y no, no piensen que es un consecutivo forzado, fuera de tiempo o ventajista. Hay más. Y hay más porque estamos ante una de las primeras películas donde encontramos el conflicto familiar que tiene un big boss (Charlie Lupo, Broderick Crawford) debido a la profesión que le ocupa. Una hija que reniega de su condición, una madre que se marchita viendo como los viejos tiempos, de tiroteo y escondite, de niebla y callejón, vuelven a su puerta una y otra vez. Pero también hay un asesino frío, Nick Magellan (Richard Conte), que se intercambia entre “familias” para cubrir trabajos con alcances extraordinarios; y como no, el sabor agrio, profundo, del sociópata que justifica su actividad criminal con tal de poner un plato encima de la mesa. O un abrigo de visón, que no alimenta el estómago pero sí el alma. En cierto modo, y con otros muchos más elementos propios y estereotipos del cine mafioso, Russell Rouse (que también escribiera junto con Clarence Greene el guion de la genial D.O.A, 1950) dirige una película orientada a educar al público en la existencia de un “sindicato” dirigido desde Italia y que ya a principios de los 50´ comenzaba a posicionarse como uno de los principales problemas de la sociedad estadounidense.

Por lo demás, no esperen un noir esplendoroso en lo estético, complicado en lo moral o lleno de sombras y siluetas. Más bien todo lo contrario: argumento diáfano, sencillo, violencia explícita, Richard Conte en plenitud, una joven e inmadura Anne Bancroft, la hija del gánster, y un tono semi documental en su comienzo, por aquello de aleccionar y de cumplir con la cuota periodística, es lo que les espera. Una de mafiosos donde no se nombra la palabra mafia, que hereda clichés de las pelis de los años 30´ y marca camino para el posterior culmen del género. Ya saben, la llegada de don Vito, don Martin y don Tony. Siempre es un placer liquidar a uno de los malos; aunque el matarile se lo dé uno peor.
Alfie
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