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España España · Mexico
Voto de Alfie:
7
Drama. Cine negro Chris Hunter (Ann Sheridan) mata a un intruso que merodeaba por su casa, pero le oculta a su marido y también a su abogado que el hombre era un escultor que fue su amante mientras su marido estaba en la guerra. Para complicar más las cosas, la viuda del escultor conserva una estatua, para la cual Chris Hunter había posado desnuda. (FILMAFFINITY)
4 de septiembre de 2010
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si comentaba en una anterior crítica sobre el film hermano de esta “The Unfaithful” y del mismo año, la también dirigida por Sherman y protagonizada por Sheridan “Nora Prentiss”, que el director nacido en el estado de Georgia combinaba de manera brillante el melodrama y el noir, ésta no puede ser una mejor muestra. Y es que, tras hacerse con los derechos de la obra original de Sommerset Maugham y llevada previamente a la pantalla por Wyler en su “The Letter” de 1940, la Warner decidió apostar por algunos cambios que acercaron el guión final de Goodis y Gunn al género por antonomasia de las intrigas amorosas, las pasiones desatadas y los complots sentimentales.

Es cierto que el ambiente que rodea al film y la presencia de comportamientos criminales sitúan la historia de Chris Hunter (Ann Sheridan) en el cine negro posguerra mundial pero viendo el final uno se da cuenta que lo importante son las personas, los protagonistas, y sus debilidades que les llevan en muchas ocasiones a la tragedia. Pero no son tipos malos ni ellas malas pécoras. Así, Chris sufre la ausencia de su marido, reclutado para las guerras de Europa durante dos años y medio, y que la condenan a una soledad insufrible que desencadenará el tremendo torbellino. Por otro lado, está rodeada de un amigo familiar que la apoya y la aconseja, Larry Hannaford (magnífico Lew Ayres) un abogado que encarna el papel moralizador del film, y un marido Bob Hunter (Zachary Scott) cuyo amor por su mujer está por encima de cualquier otra cosa. Incluso la inaguantable Paula (Eve Arden), que representa a esa sociedad cotilla y ansiosa de carnaza podrida para poder alimentarse, tiene su momento de redención en un discurso que resulta clave para el desarrollo final de la historia. Como ven todo muy alejado de personajes sin escrúpulos o ambientes sórdidos que suelen envolver una y otra vez todos estos films. No nos engañemos: esto es un melodrama vestido de negro que bien pudiera haber filmado un híbrido entre Lang y Sirk.

No tan conocidas como sus películas con la Crawford (genial “The Damned Don´t Cry”, 1950) y anteriormente con Davis (“Mr. Skeffington”, 1944), estas dos colaboraciones de Sherman con Sheridan suponen una buena muestra de lo que el talentoso director era capaz: buenas historias rodadas solventemente y bajo el amparo, siempre seguro, de los grandes estudios. Lo demás es otra nueva demostración de lo fascinante como mujer que era Ann Sheridan que, solo con eso, le dio para convertirse en una estrella a pesar de no haber contado nunca con papeles estelares en obras maestras recordadas.
Alfie
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