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Voto de McKnight:
7
6,1
1.835
Drama
Madrid, años 40. Pedro es un médico joven que trabaja en un centro oficial de investigación sobre el cáncer utilizando cobayas procedentes de Norteamérica. Cuando se queda sin los conejillos de Indias, el conserje del centro le aconseja que recurra a "El Muecas", un amigo suyo que ha criado una pareja de cobayas con el fin de venderla. (FILMAFFINITY)
21 de abril de 2009
44 de 53 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película es una Atlántida, desaparecida, anquilosada, perdida en el tiempo como el rebufo de un cometa lejano. La causa no puede ser el demérito de su calidad o la ausencia de rostros conocidos: Imanol Arias, Echanove, Charo López, Victoria Abril (que en plena juventud irradia una belleza insultante y exhibe un parecido asombroso con Emma Suárez) y por supuesto Paco Rabal, actor de actores, rey de reyes, dios de dioses, encarnando a un personaje, el muecas, similar al famoso Azarias, que compone de manera magistral.
La razón del olvido motivado es doble: Estamos embadurnados por el cine americano de la época (de cualquier época) y sin embargo apenas se repone cine español (“La vaquilla” o “El crimen de Cuenca”) y cuando se hace es en Cine de barrio para explotar los hallazgos del tardofranquismo (Paco Martínez Soria y Manolo Escobar a tutiplén). La otra razón puede ser la crudeza del aborto que se muestra en pantalla, y que supera o iguala en truculencia y con 20 años de adelanto al de la rumana “4 meses, 3 semanas y 2 días” que tanta conmoción causó en las salas. Esta crudeza, por otra parte, es típica de Aranda, junto con una carnalidad y un erotismo inaudito hoy en día en nuestro cine, inundado de comedia juvenil y terror efectista, y que se repite de manera continua en su filmografía: “La pasión turca, “Carmen”, etc.
Tiempo de silencio, la novela, es un termómetro para cualquier lector, si te repulsa o eres incapaz de entenderla decántate por cualquier best-seller de moda, no has alcanzado la capacidad cultural suficiente para la obra. Antiguamente en los institutos era de obligada lectura, no hay mejor manera que conseguir que los adolescentes cojan tirria a la obra en particular y a la literatura en general. (Sigue en spoiler)
La razón del olvido motivado es doble: Estamos embadurnados por el cine americano de la época (de cualquier época) y sin embargo apenas se repone cine español (“La vaquilla” o “El crimen de Cuenca”) y cuando se hace es en Cine de barrio para explotar los hallazgos del tardofranquismo (Paco Martínez Soria y Manolo Escobar a tutiplén). La otra razón puede ser la crudeza del aborto que se muestra en pantalla, y que supera o iguala en truculencia y con 20 años de adelanto al de la rumana “4 meses, 3 semanas y 2 días” que tanta conmoción causó en las salas. Esta crudeza, por otra parte, es típica de Aranda, junto con una carnalidad y un erotismo inaudito hoy en día en nuestro cine, inundado de comedia juvenil y terror efectista, y que se repite de manera continua en su filmografía: “La pasión turca, “Carmen”, etc.
Tiempo de silencio, la novela, es un termómetro para cualquier lector, si te repulsa o eres incapaz de entenderla decántate por cualquier best-seller de moda, no has alcanzado la capacidad cultural suficiente para la obra. Antiguamente en los institutos era de obligada lectura, no hay mejor manera que conseguir que los adolescentes cojan tirria a la obra en particular y a la literatura en general. (Sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Jugar a adaptar la novela podía parecer osado, un suicidio artístico, dada la frondosidad y reverberación compositiva de la misma. El modo usado ha sido despojar la narración de todo elemento barroco, de todo psicologicismo extremo, de los monólogos que pueblan los párrafos, de las reflexiones del diletante protagonista, de los diferentes puntos de vista de los personajes que pululan por sus páginas, y centrarse, pues, en los acontecimientos tangibles de manera fidedigna, con limitadas intromisiones en el guión no plasmadas en el libro, verbigracia los versos de Blas de Otero en la boca de Matías en el café, que además conforman un anacronismo difícilmente detectable:
Me llamarán, nos llamarán a todos.
Tú, y tú, y yo, nos turnaremos,
en tornos de cristal, ante la muerte.
Y te expondrán, nos expondremos todos
a ser trizados ¡zas! por una bala.
Bien lo sabéis. Vendrán
por ti, por ti, por mí, por todos.
Y también
por ti.
El director ha usado un filtro, un colador, y ha desestimado lo que realmente embellece y da notoriedad al texto (esa amplitud semántica inabarcable por nosotros, pobres plebeyos, ese mar de subordinadas que hipnotiza y enfarraga a partes iguales, las metáforas, las metonimias, los significados ocultos) y lo convirtió en una supernova dentro del panorama literario de los 60. Esto conlleva una pérdida, un desagravio, pero ciertamente no existía otra manera de actuar, era irrealizable una adaptación fiel, el lenguaje cinematográfico no alcanza, no está preparado para tamaña empresa. De ahí que no se pueda castigar a la película por no estar a la altura de la creación de Martín- Santos (del que recientemente se ha publicado una biografía). Aunque literatura y cine parezcan confluir cónicamente en ciertos momentos, fluyen de manera paralela en otros, siendo manifestaciones artísticas diferentes y que penden de recursos estilísticos de índole muy diversa.
Me llamarán, nos llamarán a todos.
Tú, y tú, y yo, nos turnaremos,
en tornos de cristal, ante la muerte.
Y te expondrán, nos expondremos todos
a ser trizados ¡zas! por una bala.
Bien lo sabéis. Vendrán
por ti, por ti, por mí, por todos.
Y también
por ti.
El director ha usado un filtro, un colador, y ha desestimado lo que realmente embellece y da notoriedad al texto (esa amplitud semántica inabarcable por nosotros, pobres plebeyos, ese mar de subordinadas que hipnotiza y enfarraga a partes iguales, las metáforas, las metonimias, los significados ocultos) y lo convirtió en una supernova dentro del panorama literario de los 60. Esto conlleva una pérdida, un desagravio, pero ciertamente no existía otra manera de actuar, era irrealizable una adaptación fiel, el lenguaje cinematográfico no alcanza, no está preparado para tamaña empresa. De ahí que no se pueda castigar a la película por no estar a la altura de la creación de Martín- Santos (del que recientemente se ha publicado una biografía). Aunque literatura y cine parezcan confluir cónicamente en ciertos momentos, fluyen de manera paralela en otros, siendo manifestaciones artísticas diferentes y que penden de recursos estilísticos de índole muy diversa.