Milo Malakian (Jean Reno), un violento mafioso armenio en suelo francés que tiene en proyecto que su hijo Antón (Gaspard Ulliel) siga con el negocio familiar una vez él se retire (o le retiren) es seguido muy de cerca por el inspector Saunier (Sami Bouajila), un policía obsesionado por detener al que sabe autor de audaces y sonados golpes en los que nadie fue detenido.
Antón parece no haber nacido para el oficio y su mayor ilusión es montar un hotel y ganarse la vida legalmente en compañía de la chica de la que está enamorado, Elodie (Vahina Giocante), una enfermera que conoció cuando esta cuidaba a la anciana madre de Milo, circunstancia que le viene de perlas a Saunier para a través del seguimiento de hijo y novia asistir al derrumbamiento del grupo mafioso.
A partir de aquí, con Anton intentando salirse de la ejecución de un golpe cuya preparación ya está muy adelantada, Milo conspirando para que este aborte lo del hotel, deje a la chica y siga estando a su lado, tenemos un pasable fresco existencial (Milo, Anton y Elodie) y un aceptable (por los pelos) thriller de acción (poca) en base a la presencia de un contenido, duro y amenazador Jean Reno dando vida al mafioso Milo en visceral enfrentamiento con un aceptable Sami Bouajila como ese policía que en el mismo golpe en que perdió a un compañero logro acabar con el otro hijo de Milo, siendo por lo demás un ligero e intrascendente entretenimiento de usar y olvidar ya que nada de lo que vemos tiene la suficiente carga emocional para implicar al espectador (quizá una ligera curiosidad debido a la naturaleza y ejecución de ese golpe final que nos trae a la cabeza algún que otro reciente y real de similares características llevados a cabo en 1999 y 1996 en los aeropuertos de Málaga y Perpignan).