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España España · Castellón de la Plana
Voto de mnemea:
8
Drama. Romance. Comedia Alemania, años setenta. Léopold, un cincuentón, seduce a Franz, un joven de 19 años. Franz se enamora y se va a vivir con Leopold, pero un día sucede algo sin importancia en lo que no están de acuerdo... (FILMAFFINITY)
9 de julio de 2009
22 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al terminar la película algo inspirador y profético sucede, imaginas cual es el resultado de esas gotas que caen, pequeñas, privadas, con sumo cuidado, sobre redondeadas y ardientes piedras. En un intento por fusionarse ambas, la gota no resiste el contacto de tan esperado encuentro, por resultar la piedra tan hiriente, determinante y fogosa. Así que como única vía de escape queda evaporarse, huir en otro estado, no sin antes gritar tan dolorosa y desesperada marcha, ese sonido chirriante que deja constancia del intento y el fracaso de una mutua unión.

Se repite una y otra vez, cada gota vertida es una batalla fugaz, donde ambos sufren las consecuencias, siendo la piedra siempre recia, siendo la gota un vaporoso espejismo de sí misma.

Encuentras aquí, en este nuevo mundo a la refinada y dura piedra, dispuesta a entregar y recibir lo que sus antojos le permitan. Lo mismo ocurre con las gotas, víctimas de sus deseos más ardientes, cada acto es una mella en los sentidos.

Un día Leopold lleva a Franz a su terreno, con sabiduría y tacto dirige la situación para que el chico de rostro inocente diga un sí a cada tentación encubierta, ganando todo el maduro hombre de raya impoluta en los pantalones. A partir de entonces, el cristal será su confesionario, la gabardina su desenfreno y la cocina, el epicentro del sometimiento.

Porque Franz se vistió de verde y no de negro. Leopold disfrutó el momento y sentenció caprichosamente los restos de una relación en la que una pequeña cosa sin importancia, una diferencia, deja los lugares comunes fuera de escena, abarcando el completo caos en ese lugar con un sofá en el que traicionarse mutuamente y una alfombra donde contactar con las promesas.

Y pasan los días y la crueldad deja de ser efímera, está siempre latente, digna presencia para ahorcar la inteligencia. Decisiones nunca acertadas, razones sin sentido, humanos parodiados por la carne y el placer, amor a las cadenas que aprietan la humildad y permiten la humillación.

Sin olvidar que aparecen en el escenario Anna y Vera, en esta incompleta desdicha, para agrandar el torbellino de la pasión que somete la realidad a un segundo plano en esta eufórica sátira de lo que podría ser el indeleble amor.

Días de ira, en los que queda para el recuerdo el expirado humo de unas gotas de agua que se traicionaron al desembocar en la superficie de una piedra caliente.
mnemea
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