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Voto de Talibán:
8
7,3
2.195
Drama
Se basa en los años de juventud de Abraham Lincoln, que llegaría a ser presidente de los Estados Unidos (1861-1865). El antiguo leñador de Kentucky es ya un abogado que empieza a destacar por su defensa de los derechos de los más humildes. Fue candidata al Óscar en 1939 en la antigua categoría de Mejor historia. (FILMAFFINITY)
17 de abril de 2009
76 de 78 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es primavera y Lincoln y su novia Ann Rutledge pasean por la ribera del río. John Ford los sigue en único plano, sirviéndose de un sencillo travelling lateral. Al fondo, el río; en primer término, un largo vallado. Cámara y accidentes físicos acompañan el movimiento y crean continuidad sin esfuerzo como en el gran cine clásico. Hay una tenue tensión, muy leve, creada por el escenario, derivada del hecho de que la pareja camine entre dos líneas muy firmes y definidas pero que en cualquier momento pueden desequilibrar su recorrido. Y hay un cierto misterio: Lincoln y Ann no deambulan, caminan siguiendo una guía geográfica que naturalmente encubre un sentido metafórico. La cuestión es ¿cuál es este sentido?
Llegan al punto en que el vallado está abierto, la cámara se detiene y sin cambiar de plano la toma lateral se convierte en frontal, ya que Ann va a salir hacia el espacio que idealmente ocupa el espectador.
Llegan al punto en que el vallado está abierto, la cámara se detiene y sin cambiar de plano la toma lateral se convierte en frontal, ya que Ann va a salir hacia el espacio que idealmente ocupa el espectador.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Aquí está el sentido. No hablo de explicación, término demasiado prosaico, sino de sentido. Ann va a morir y pasará a un mundo ideal. Por lo tanto el paseo se interrumpe, hay un hueco en el vallado y Lincoln se quedará solo. Nada de esto se dice, todo se sugiere, y sin embargo todo es evidente.
Lincoln se gira y tira una piedra al río. Los anillos que se forman en el agua se encadenan con las imágenes del cauce congelado. Ya es invierno. Ya está solo Lincoln. Avanzando por la nieve, repite el movimiento de la difunta Ann, atravesando el cercado hacia nosotros, y deja atrás el río helado.
Me emociono con esta elipsis cada vez que la veo. No se trata sólo de narrar un evento trágico de manera elegante e indirecta. Hay algo más. Hay una voluntad, una palpitación indiscutiblemente poética en esta secuencia de belleza oriental. Y creo que sé lo que es.
La escena nos muestra un cambio de rumbo personal, provocado por el azar que se disfraza de destino. Un cercado abierto, un nuevo camino, un nuevo tiempo. Esta es la idea que me gusta: un nuevo tiempo. El que ocupa la ausencia de Ann Rutledge en la vida de Abraham Lincoln, cuya tumba efectivamente está instalada a este lado de la cerca. Y un nuevo tiempo para John Ford, de carácter poético.
A partir de esa escena su personalidad como artista adquiere matices que ya no le abandonarán nunca. En “La diligencia”, maravilloso film que dirigió meses antes, Ford se comportaba como un cineasta: era una película en prosa. A partir de “El joven Lincoln”, película ignorada sistemáticamente hasta por los estudiosos del director, John Ford se expresará como un poeta siempre que pueda. “Corazones indomables”, su siguiente film, quizás no tan bueno pero también injustamente menospreciado, es la película de alguien que antepone la intensidad poética a los valores narrativos y la verosimilitud psicológica. Cuando en el futuro este temperamento poético se derroche y se imponga sin provocar desequilibrios en una película, el resultado será el cine más hermoso jamás imaginado: “¡Qué verde era mi valle!”, “Pasión de los fuertes”, “El hombre tranquilo”, “El hombre que mató a Liberty Valance”…, y aquí que cada cual ponga sus favoritas.
Ese era John Ford: el hombre que sabía que un agujero en el vallado es en realidad una puerta.
Lincoln se gira y tira una piedra al río. Los anillos que se forman en el agua se encadenan con las imágenes del cauce congelado. Ya es invierno. Ya está solo Lincoln. Avanzando por la nieve, repite el movimiento de la difunta Ann, atravesando el cercado hacia nosotros, y deja atrás el río helado.
Me emociono con esta elipsis cada vez que la veo. No se trata sólo de narrar un evento trágico de manera elegante e indirecta. Hay algo más. Hay una voluntad, una palpitación indiscutiblemente poética en esta secuencia de belleza oriental. Y creo que sé lo que es.
La escena nos muestra un cambio de rumbo personal, provocado por el azar que se disfraza de destino. Un cercado abierto, un nuevo camino, un nuevo tiempo. Esta es la idea que me gusta: un nuevo tiempo. El que ocupa la ausencia de Ann Rutledge en la vida de Abraham Lincoln, cuya tumba efectivamente está instalada a este lado de la cerca. Y un nuevo tiempo para John Ford, de carácter poético.
A partir de esa escena su personalidad como artista adquiere matices que ya no le abandonarán nunca. En “La diligencia”, maravilloso film que dirigió meses antes, Ford se comportaba como un cineasta: era una película en prosa. A partir de “El joven Lincoln”, película ignorada sistemáticamente hasta por los estudiosos del director, John Ford se expresará como un poeta siempre que pueda. “Corazones indomables”, su siguiente film, quizás no tan bueno pero también injustamente menospreciado, es la película de alguien que antepone la intensidad poética a los valores narrativos y la verosimilitud psicológica. Cuando en el futuro este temperamento poético se derroche y se imponga sin provocar desequilibrios en una película, el resultado será el cine más hermoso jamás imaginado: “¡Qué verde era mi valle!”, “Pasión de los fuertes”, “El hombre tranquilo”, “El hombre que mató a Liberty Valance”…, y aquí que cada cual ponga sus favoritas.
Ese era John Ford: el hombre que sabía que un agujero en el vallado es en realidad una puerta.