He aquí una biografía interesantísima de una mujer, cuyos avatares podrían haber alzado a esta película al trono de las notables, si no fuera por ciertas torpezas incomprensibles en su realización que soliviantan al espectador que, por otra parte, ya había caído hechizado por una historia en la cual se sentirá profundamente identificado.
Elizabeth Kenny, fue una enfermera australiana proveniente del medio rural, que descubrió un nuevo tratamiento para tratar las graves secuelas provocadas por la poliomielitis, consiguiendo que muchos niños afectados recuperaran su movilidad y su calidad de vida y su vergonzoso y sonrojante enfrentamiento con la comunidad médica y las autoridades que, encerrados en una obstinada y arrogante cerrazón de culto a la ortodoxia y a sí mismos, tardaron más de 35 años en aceptar lo que la ciencia plantea como un principio básico. Que se basa en certezas sí, pero que es la duda y el cuestionamiento lo que la hacen progresar.
Cuando Kenny ( Rosalind Russell), en el ejercicio de su trabajo en su pueblo, apenas asistido por un doctor en esporádicas visitas, se topa con varios niños afectados de una extraña parálisis, de la que no tiene ningún conocimiento, pide ayuda por telegrama al doctor describiéndole los síntomas y solicitando instrucciones, éste, le responde que trate de paliar los síntomas como buenamente pueda y, ella, actúa en consecuencia, más por instinto y sentido común que por conocimiento.
Cuando los niños se recuperen satisfactoriamente, el doctor, sospechando que esos niños habían pasado la polio, concierta una entrevista con un experto en la materia quién, aunque escucha con condescendencia a la " administra- jarabes" esa, decida que son cuentos de vieja y que esos niños, si se habían recuperado es porque no habían estado enfermos. !Toma ya!. Cruz y raya al asunto.
Todo este enfrentamiento con la comunidad médica y los obstáculos que rodearán a esta enfermera que verá cercenada la posibilidad, ni aún de mostrar siquiera en un sólo caso, la razón de su teoría, resulta lo verdaderamente apasionante del film y lo que hará que el espectador la siga con sumo interés.
Pero la realización es otra cosa. A esta película le han metido unos hachazos vergonzosos en el montaje, saltando de un tiempo a otro, en increíble falta de respeto por la narración y el espectador, en afán de acortar la duración de la película seguramente que, quizás, se dilataba demasiado.
Por otra parte, la actuación de Rosalind Russell no es nada buena. Me ha sorprendido mucho conocer que estuvo nominada a mejor actriz por este film porque, en mi opinión, no se lo merece. Actúa envarada, con poca naturalidad, afectada...Tiene gestos que dan grima. Desde luego, la Russell tiene actuaciones mucho más encomiables en otros films. Pero ya se sabe. A Hollywood siempre le han encantado las interpretaciones de los actores que transcurren en largos periodos de la vida. Siempre se ha puesto cachondo al ver a actores que comienzan en su juventud y culminan en su vejez. No hay más que ver los premios que se han llevado muchas películas cuyos actores tienen la oportunidad de lucirse así.
Y, por último, otro gran error, a mi entender, es la caída en en el regusto melodramático martiriológico que adquiere la peli, sobre todo, en el tercio final. No lo necesitaba. La peli ya contenía suficiente carga dramática por sí misma sin necesidad de cargar las tintas, aparte de que ralentiza el interés y la acción, resultando, incluso, un pelín sosa.
No he mencionado el gran reparto que posee porque, para mí, tienen muy poca relevancia en esta peli. Aquí se trata de la Russell prácticamente.
Por todo ello, no creo que merezca más nota aunque sí la recomiendo por lo que he señalado arriba. Ese enfrentamiento y lucha por tratar de introducir técnicas novedosas por parte de una advenediza y la terrible muralla con la que se topó resulta muy, muy interesante.