Las pelis de submarinos nos sugieren claustrofobia. Convivencia forzada en una lata de sardinas. Afrontar la guerra desde el fondo del mar, teniendo como única vía de acceso a nuestro mundo un tubo de metal llamado periscopio.
No diría yo, sin embargo, que esta película pueda ser propiamente catalogada dentro del subgénero ya que gran parte del conflicto y del metraje transcurre fuera de él.
En lo que sí me parece pionera es en que será, seguramente, una de las primeras pelis en abordar el trastorno de estrés postraumático que aquejaba a muchos soldados al finalizar la contienda y en describir los problemas que arrastraron tales como culpabilidad, inseguridad, temores, irritabilidad..., fantasmas del pasado que seguían persiguiéndoles y que amenazaban con destruir la paz y la felicidad presente.
Las escenas a bordo del submarino poseen una gran autenticidad. Te sientes prisionero en ese estrecho habitáculo donde hay que arrimarse a la pared para dejar pasar al compañero.
Holden llega tarde a la guerra. Y su única incursión en ella le traerá como premio tener que tomar una decisión necesaria pero fatal.
Nancy Olson será la esposa que deba bregar con los impulsos autodestructivos de su marido y William Bendix, el subalterno que lo juzgue.
John Farrow conduce esta historia con corrección, con una buena historia dramática y una bien llevada, también, aventura bélica. La cinta mantiene el interés de principio a fin. Recomendable.