Ni Hércules Poirot ni Miss Marple, ni Charlie Chan, ni Phillipe Marlowe.
Van Heflin va por libre y aunque tiene una ayudante, que además es su esposa, que podría hacernos recordar a la pareja de sabuesos de " El hombre delgado", también patinaríamos porque esta película es enteramente para el del tren de las tres y diez.
Solo que esta vez no importa el horario de trenes porque el nuestro no se nos va a escapar. El asesinato se descubre en el vagón privado de la diva y el incompetente inspector no tardará en reunir a todos los sospechosos en un alarde de genio sin precedentes.
Si casi todas las películas de este estilo primero comienzan con la investigación y sólo al final reúnen al grupo sospechoso para la resolución del crimen y puesta en escena final, en ésta transcurre al revés.
Tenemos a la cuadrilla reunida a un ritmo endiablado. Comienza el interrogatorio en masa y a través de flash backs cada uno irá dando su versión de los hechos, procurando siempre lanzar la pelota al tejado ajeno en un juego frenético sin cuartel.
El inspector se vuelve majara. Como pa no. Van Heflin, el detective aficionado, ya se lo ha advertido pero ni caso.
La criada también me gusta mucho. Aunque aguantar a la bruja no sea, precisamente, indicio de sensatez.
Humor y sarcasmo, trama enredosa, diálogos ingeniosos, ritmo feroz, algunas buenas escenas con fantástica fotografía entre los trenes de la estación central y un buen elenco de pichones, a la espera de ser abatidos, es lo que nos aguarda en esta cinta de misterio policíaco B que sobresale de entre las de su clase.
Quién, cómo y por qué. Si se quedan a verla, Van Heflin se lo explicará muy gustoso. Un placer.